Garaicoa en dos tiempos

La historia comienza al ras del suelo, con los pasos.
(Andares de la Ciudad, Michel de Certeau) [1]

Admito que me agobió la distancia entre Móstoles y Madrid. Suponía el sitio más cercano y la distancia se me hacía larga mientras pasaban los minutos en el tren. Me había propuesto dedicar aquel viernes de marzo de 2015, a la obra de Carlos Garaicoa (La Habana, 1967), un consagrado del arte cubano y latinoamericano, cuya obra me llamaba la atención considerablemente desde sus primeras incursiones en las bienales de La Habana en la década de los noventa. En la mañana visitaría en el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) su muestra Orden Inconcluso (político-poético), y en la tarde seguiría rumbo al Open Estudio 10.0: Una singularidad desnuda, en su estudio de la calle Puebla 4, en pleno centro de Madrid. Ambas exposiciones en los últimos momentos de apertura. Se me antojaba Garaicoa, en días de reencuentro conmigo misma, de búsqueda de propuestas oxigenantes y de discursos comprometidos y auténticos. Deambulaba desde hacía semanas por las galerías de la ciudad y la desazón que me provocaban determinadas muestras en exhibición, comenzaba a inquietarme, hasta plantearme severos cuestionamiento que desconcertaban mis centros de reflexión. En Garaicoa encontraría el asidero de sólidas disquisiciones sustentadas en una pragmática de lo cotidiano donde la ciudad como excusa, se abría paso y devolvía la imagen de quienes la viven. La ciudad que soy ahora, la que me condiciona y seduce en su violento pulso.

El recorrido se iniciaba con la pieza instalativa: ¿Es el cuerpo humano igual al cuerpo social?(2002), con la interrogante de acento Foucaultiano quedaba abierta la invitación al paseo urbano a través de los apuntes de dos contextos: La Habana y Madrid; que traerían consigo las claves de una investigación sociológica cuya exploración, a través de las artes visuales, indagaba en las interconexiones de la vida social, y del cuerpo como texto en franca retroalimentación con la realidad sociopolítica. Mediante una maqueta y cuatro fotografías de considerable formato, la obra mostraba el paisaje inconcluso de un barrio habanero; las columnas al desnudo, el abandono, los vertederos, y las construcciones derruidas, te remitían al desamparo de las ilusiones y a los proyectos de desarrollo, truncos con el advenimiento de los años 90. En tanto un elemento coincidente: el hueco[2], funcionaba cual eje de reflexión y fabulaciones; primero en las fotografías, con el movimiento de ángulos y diagonales; luego en la maqueta como centro generador de ficción. Las fotografías iban a la interpretación de una realidad desde distintos planos visuales; en cambio la maqueta iba a la posibilidad, a lo pretensioso del juego de la invención que irrumpe, casi imperceptiblemente, por su acertada integración, en la modesta arquitectura de la barriada. La dualidad ficción/realidad quedaba al descubierto; constante en la obra de Garaicoa que lo hace transitar infinitamente entre dos tiempos.

Garaicoa propone en sus maquetas imaginarias construcciones con un tono que casi raya la inocencia, por lo despojadas de contradicciones que pueden aparentar; en ellas fluye el deseo de imaginar y construir desde el arte, de tocar sensibles fibras a las que no se llega solamente por el ingenio y la factura meticulosa, sino por el giro preciso e inteligente de la propuesta artística hacia un estado estético y conmovedor. Estas plataformas de ideas, bien se pudieran sumar a las nuevas arquitecturas planteadas por el homo aesthiticus de nuestros días; arquitecturas necesarias, que fusionan realidades, y cuestionan el actual modus vivendis, en tanto elevan a categorías artística el medio sociocultural, desde un enfoque que acentúa el rol del ser social como productor de entornos y prácticas artísticas, fundamentadas en la autenticidad expresiva.

La pieza Edificio público como agora griega (2002)  poseía una composición e idea similar: tres fotografías en blanco y negro iban a la crudeza de muros, bloques, encofrados, cabillas y cordeles, para derivar en un moderno edificio que irrumpe con sus cristales y aceros; sin quebrar el encanto pueblerino, la maqueta se vuelve, otra vez, proposición utópica. Aunque quizás Campus o la Babel del conocimiento(2002-2004) parezca la más utópicas de todas, por la magnitud de detalles que presenta tanto en las maquetas, como en los planos técnicos que las complementan, con secciones transversales, vistas laterales, y cuidadas representaciones gráficas. Resultaba imposible volver la cabeza sin explorar el lugar con la mirada, recorrer los pasillos, o extasiarse en los interiores. Un derroche de virtuosismo formal en la proyección hermenéutica de un templo del saber, para hacerte reflexionar en la posibilidad real de los sueños y en la absoluta importancia del conocimiento como vía que complementa la libertad del sujeto en su macrocosmo o ante la inmensidad del universo.

En cambio en la instalación  Entr’acte (après René Clair),2014, había un acercamiento a lo multicultural, desde una visión global que absorbía fronteras; en el juego de fusionar puentes quedaba manifiesta la intención lúdica del artista: Las alusiones al Sydney Habourg(Australia), el Golden Gate (San Francisco), el puente de Erasmursburg (Rotterdan) y otros tantos de arquitectura antigua o moderna, se unían en una especie de montaña rusa del absurdo que proponía en su vértigo de filosofía popular —y tras la sucesión de imágenes de video— un espacio vital, donde confluían pasado y presente. Esta vez, Garaicoa se regodea en dos tiempos para acentuar el sentido atemporal de las ilusiones, de este hacedor de puentes, incansable en su empeño de construir sensaciones. El hallazgo de esta onírica pieza, especie de homenaje, y fragmento de poesía en sí, me hizo regresar a Los puentes de Rimbaud: (…) Acordes menores se cruzan, y huyen; suben cuerdas de los ribazos. Se distingue una chaqueta roja, quizás otros trajes e instrumentos de música. ¿Son aires populares, trozos de conciertos señoriales, restos de himnos públicos?(…);[3] Y luego a las consideraciones de los Surrealistas acerca de los puentes, quienes los veían como el canal o salto de una realidad a otra, y les otorgaban la connotación simbólica de unificar sujeto y objeto, mundo físico y mundo psíquico. Aún, después de casi un siglo, el puente, continúa generando, en su acepción de símbolo, análogas inquietudes en el medio artístico, pero renovadas con las expectaciones y problemáticas de las sociedades contemporáneas; sumergidas ahora, en el dominio de las imágenes, las redes sociales y la tecnología. De tal modo se presenta este panorama en Entr´acte… por su autor.

Considero oportuno destacar, en dicha instalación, sus contenidos estructurales que resultan de algún modo, la síntesis de la muestra en su conjunto y del propio devenir del artista en evidentes zonas de referencias; notables en el detalle de los puentes[4]; el uso de intertextos — en este caso con la cita de la obra cinematográfica de René Clair—; o en la concepción morfológica de la pieza, al poseer ciertas reminiscencias con la ya emblemática Carta a los censores (2003). Entr´acte se sostiene por una torre truncada y empalizada de cuyo sustrato fluía, un cúmulo de imágenes que marcaban la dinámica de la extraña urbe. La empalizada, que tal parecía salida de los grabados de Piranesi o de algún gesto Tatliniano, funcionaba a manera de apuntalamiento, y su origen procede de una serie de fotografías que Garaicoa realizara por las calles de La Habana años atrás. Tuvo que ser un descubrimiento, desde la agudeza visual de un artista que empezaba a definir una poética propia. Las casas y edificios públicos apuntalados al bruto, con materiales pobres, y en peligro de derrumbe, constituían un grito hacía un sistema que mostraba síntomas de decadencia ideológica en sus mismas arterias; pero eran además, la entereza de un pueblo de casta obrera y estirpe de sobreviviente, sumergido en un Resistir, luchar, y vencer, sin otra intención que la de sobrellevar el peso de la cotidianeidad, en la incertidumbre del mañana. Dos piezas imprescindibles de esta etapa, testimonios detonantes de un discurso in crecendo, y que merecen un estudio a profundidad, son los dípticos: Acerca de la construcción de la verdadera torre de Babel (1994-1995), y Acerca de esos incansables Atlantes que sostienen día a día nuestro presente (Homenaje y alegoría),(1993-1995). El puntal, a modo de contrafuerte o simple apoyatura, entablado o no; se ha convertido en un leit motiv que Garaicoa emplea en sus obras, como elemento de fuerza, y  de resistencia social; que ya no solo se traduce al contexto cubano, a pesar de haber nacido en este.

En una segunda sala de la muestra, esperaba la serie: Cerámicas porno-indignadas, compuesta por ocho dípticos, realizados en planchas de aluminio y cerámica. Las impresiones sobre aluminio tomaban del natural la imagen de antiguas promociones para resemantizarlas en la cerámica, con el comentario erótico pronunciado desde el deseo; o los apuntes políticos y sociales entorno a la corrupción, las inmobiliarias, el desempleo, los desahucios  y las hipotecas. Llamaba la atención el respeto del artista por la inclusión del graffitis  como  texto visual de genuina expresión urbana; detalle significativo que Garaicoa ha trabajando en su obra desde sus inicios. 

Más adelante el ambiente cambiaba, una instalación de adoquines, alcantarillas y proyecciones de fotografías, nos hacía bajar la mirada, y situar nuestro punto de mira, en las imágenes reflexivas de las cinco alcantarillas donde gráficas en bajo relieve, laberintos y hasta la pintura negra de Goya cuestionaban el modo de vida de la Europa actual, agónico y devorador, ese que tensa nuestros días en facturas, nóminas, pagos e impuestos. El hombre condicionado y al servicio de una realidad impuesta en cifras, sediento de cultura, y justicia social. En tanto la proyección de pisadas sin destino fijo, pudiera bien advertir, la indiferencia y ceguera de la muchedumbre autómata.

Con el díptico Noticias recientes (España II), 2007, Garaicoa muestra en toda su plenitud, un impasible espíritu. No se trata de un artista que contempla su entorno y lo recrea con giros nostálgicos e imaginativos; sino que asume posiciones y dignos criterios acerca de la España en crisis que le ha tocado vivir. Los impactos de balas sobre la imagen en blanco y negro de un emblemático edificio de la Castellana así lo demuestran. De este modo, finalizaba un recorrido que dejaba gratificantes puntos suspensivos y ligeras pautas para seguir de cerca, sus producciones y futuros proyectos.

Resulta trascendente, la intención de Carlos Garaicoa de reinventar los espacios en estado de ruinas, pero de alma propia. En este afán, planifica, dibuja y experimenta hasta reconstruirlas con una gravedad que impresiona.Como también lo es, la relación que existe en sus obras entre lo complejo de lo factual, que se contrapone con el esbozo de un discurso de la obviedad; esa obviedad del día a día que el artista envuelve en lirismo, para hacértela ver desde otra mirada; aquella que enfoca las problemáticas del ser humano y advierte las fisuras que nos hacen débiles y vulnerables ante esquemas mutiladores de vidas y sueños. El artista insiste, en que más allá de los condicionamientos políticos e ideológicos, de centros de poder o confinamientos, sobrevive el hombre que se sustenta de sus pequeñas ilusiones, de los momentos de éxtasis que experimentamos en ambientes, con la música, las imágenes, los gestos, o en la necesidad de amar.

 A pasado casi un año de la muestra Orden inconcluso [5], y aún no olvido esa sensación de “lo vivido”, que encontré en cada una de sus piezas; un déjà vu que preferí traducir en reafirmación personal, lleno de sonidos, olores y espacios familiares de dos contextos que por momentos  eran uno solo; de ambientes irreales que retocaron mis bases, y cuestionaron un entorno de espejismos y desmanes. Hoy, he vuelto a ella con este texto, que considero también inconcluso, pero con la grata certeza del no dejar de hacer.

Yaysis Ojeda Becerra (Madrid, 17 de febrero 2016)

Notas

[1] En La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer; Capítulo VII Andares de la Ciudad, Nueva edición, establecida y presentada por Luce Giard. Pág 109. Universidad iberoamericana, México, D.F. 2000.
[2] El hueco (no siempre simétrico) funciona además, como espacio o puerta que se abre a otro universo. Este elemento simbólico que te lleva a un segundo plano físico o emocional, ha sido empleado en anteriores ocasiones por el artista; como es el caso de la pieza fotográfica Marcas 1997-2008 (Hueco con cielo), (fotografía a color en papel, 50 x 60 cm), del Proyecto Memoria Íntimas.
[3] Arthur Rimbaud: «Los puentes», Poesía de Rimbaud, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1989, sin ISBN, p. 141.
[4] Uno de sus trabajos anteriores con el elemento “puente”, fue para el proyecto: Diferentes maneras de cruzar un río (2014), en FLORA ars+natura Bogotá, Colombia.
[5] Comisariada por Agustín Pérez Rubio.
 

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