El aullido

«Como delirios pudieran ser consideradas las obras de los artistas incluidos en El aullido infinito, el libro de Yaysis Ojeda que obtuviera el Premio Memoria del Centro Pablo de la Torriente Brau en 2012. Locos, arrebatados, desvariantes, dementes, desencajados, ¿extraviados?, estos creadores asumen el arte como una dimensión fundamental de su existencia, sin la cual les es difícil hallarse a sí mismos. La necesidad impostergable de expresar su mundo interior, volcando en las piezas su forma única de aprehender el mundo (…)»   
Margarita Mateo Palmer (Ensayista, novelista y crítica)

 

Memorias de madame De Paz

Nivia de Paz con una de sus enciclopedias de arte

Nivia De Paz con sus enciclopedias (Camajuaní,2010)

y vuelven a lentos pasos las ancianas
con esos alegatos de socavar miserias
sin reparar en lo que cuesta la esperanza
y encuentran vecinos la casa el jardín raído
y hablan del pasado fantasías
después
ordenan fatigosamente las penurias
hasta ganar de nuevo la pompa y la ilusión.
Nivia de Paz
(“XXIV”, Me saludo mortal y me retiro)

 

    Una dama de la antigua burguesía se pasea por las calles de Camajuaní. Es Nivia de Paz González (1940), sobreviviente de tropezoso andar, blanquísima cabellera, piel de nácar y reales harapos. Seguirle hasta su húmedo caserón implica descubrir sus mayores secretos. En la bienvenida aparecen los perros, acompañantes de su soledad. Luego, el armario con una treintena de “enciclopedias de arte”, verdaderas piezas museables, especie de catálogos-collages confeccionados por ella misma mediante la combinación de recortes de imágenes extraídas de libros y revistas. Unas contienen “la historia de sus años felices”, narrada en los fragmentos de fotos y periódicos de una época de cambios sociales y políticos; en otras se combinan los primeros dibujos y pinturas de la autora con las obras de grandes maestros. Al pasar la saleta, el taller lleno de libros, apuntes, materiales y obras colgadas o amontonadas en cajones, revela el talento y la versatilidad de esta creadora villaclareña.

YOB: ¿Me permite hacerle una foto mientras habla?
NPG: Déjame ver cómo estoy.
YOB: ¡Está bella!
NPG: ¿Seguro? ¿No sería mejor que almorzara para no tener esta cara de frustración?
YOB: ¡Mire cómo quedó!
NPG: ¡Sí: desafiante! Te decía que he llegado a creer en el subconsciente después de pintar; y que lo primero que quiere un pintor es tener recompensa por lo que hace; segundo: tener
material para trabajar te estimula mucho: cartón, madera o estas bases de varillas, algo que te estimule la creatividad es lo que hace pintar a la gente. A mí me regalaron muchísimos cosas, que se me han ido acabando; pero como yo tengo mi cabeza no puedo
parar de pintar.
YOB: Pero ¿usted se considera cuerda o se considera en la línea de los no cuerdos?
NPG: Es que yo tengo algunas ventajas que no tiene la gente cuerda. Estoy bastante bien para la vida que he llevado, estoy bastante bien.
YOB: ¿Y qué era lo que usted me decía sobre los “pintores locos”?
NPG: El problema de los pintores locos es físico, la mitad de las veces es físico. Eso es alguna cosa allá adentro que no te funciona, o que al nacer te apretaron con fórceps, que te caíste y te rompiste algo en la cabeza, o que naciste así, puedes estar segura de que el problema es físico, y tú tienes que aprender a vivir en la locura.
YOB: ¡Y qué sana locura la suya, que la ha llevado a escribir, a pintar, y a hacer sus enciclopedias! Bueno, yo les llamo enciclopedias.
NPG: Están a tu disposición, nadie se preocupa de ellas, nadie las aprecia. Si algún día te hacen falta para algo –sin que me las lleves de aquí– o para que alguien aprenda algo, porque copiando se aprende a pintar, te las puedo prestar. Trata de interceder con los organismos de Cultura a ver si es posible que la gente adquiera estos libros, nada más que para que tú veas las maravillas que son, ¡yo tengo un material aquí fabuloso! ¿Dónde vas a encontrar material como este? ¿Tú sabes cuál es el origen de la portada y el origen de todo lo demás?: la imaginación. Mira, yo miro para allí, y allí estoy viendo la cabeza de un toro en las manchas. Te voy a enseñar después las manchas que yo misma he hecho. El piso lo miro por un momento y veo la cabeza de un hidalgo así, y las manchas en las paredes, manchas aquí, manchas allá. Te voy a enseñar las cosas que pueden sugerir; es más, yo paso por aquí y veo un cuadro que hice con otro cuadro debajo y digo: “¡Ay, qué bella combinación!”. Entonces pego los dos cuadros, y queda una cosa preciosa, y así queda plasmado lo que te imaginas. ¿Ves? Este cuadro me tiene que haber surgido de alguna mancha, y este otro detalle me lo sugirió una mancha,¡y esto no es copia de nada! ¿Cómo empecé? Primero: tenía una caja de crayolas; segundo: tenía que estar en la cama; tercero: tenía que pintar todo lo que encontraba, así que imagínate la cantidad de imaginaciones que hay ahí. Mira, todas estas distracciones y diversiones tú las recortas y pegas en un pedazo de cartón; lo pintas y verás lo bonito que queda con estas manchitas.
     Yo empezaba pintando manchas, y con eso te puedo decir todo. Mira, manchas, manchas y después dibujaba, ¿por qué la gente no las observa?, ¿por qué?, ¿cuántas cosas se pudieran hacer? ¡Y a la vez que hacen esto, se salvan porque tienen algún objetivo para vivir! Y porque pueden expresar sus problemas. Yo tengo millones de problemas, pero no dejo de pintar. Y mira este pintado con cal. Este otro lo hice con tiza. ¿Tú no crees que todos los locos están obsesionados con los niños, con las viejas, con las madres, con las novias y con todo el mundo? No voy a decir que eso les resuelva el problema, pero sí les aliviaría.

      Antes de adentrarnos en su particular universo será preciso volver en el tiempo, al nacimiento –en un difícil parto– de una niña bautizada como Nivia Francisca de Paz González, en una pequeña finca cercana al cementerio del poblado de Camajuaní. Su padre –un emigrante español que había llegado a Cuba huyendo del servicio militar– se dedicó al cultivo del tabaco hasta poder reunir capital suficiente para comprar dos parcelas de tierra con empleados a su servicio y traer a sus hermanas desde las Islas Canarias. En poco tiempo formó parte de la pequeña burguesía; se convirtió en uno de los principales organizadores de la Asociación de Cosecheros de Tabaco de la región. La madre era una atractiva mujer que sufría las infidelidades de su esposo. Entre ambas siempre hubo una tensa relación, condicionada por los prejuicios maternos y sus hirientes exigencias.

     Desde pequeña Nivia mostró un alto coeficiente de inteligencia. Se divertía leyendo historietas y jugando con sus amigos; le gustaba escribir largas composiciones sobre José Martí y actuar en obras de teatro interpretando el papel de una dramática huerfanita. Le apasionaba leer y aprender, veía el mundo con fascinación y sentía una tremenda alegría de vivir. En la adolescencia anhelaba estudiar Filosofía; pero súbitamente empezó a experimentar un atroz miedo de todo a su alrededor: libros, personas, animales y palabras, que desembocó en crisis nerviosas. Al recuperarse, fue enviada al colegio de las dominicas americanas en Cienfuegos, con el fin de procurarse una adecuada educación.

     Durante este tiempo descubre la música norteamericana que escuchaba por la radio junto a sus amigas de cuarto.Se deleitaba con las melodías de Billie Holiday, Nat King Cole, la orquesta de Glenn Miller, el rock and roll de moda; además de la Riverside (jazz band fundada en 1938), las canciones de Tito Gómez y la trovadora María Teresa Vera. En Cienfuegos ve sus primeras operetas; compra su primer creyón de labios de color rosa y su primer disco de Benny Moré. Después de terminar el bachillerato, ingresa en la Universidad de La Habana para estudiar la carrera de Derecho Diplomático y Administrativo en la Facultad de Ciencias Sociales. Vivía en una casa de huéspedes en 17 y G, El Vedado, frente a la Alianza Francesa, donde solía tomar clases. En estos años –finales de los 50 y principios de los 60– incursiona en el periodismo; empieza a escribir poesía y colabora con las páginas literarias del periódico Prensa Libre. Insertada en un ambiente intelectual cultivó la amistad de la modelo Natalia Méndez (Norka) y aprendió a valorar las artes cubanas en todas sus manifestaciones y a preferir la música de Piloto y Vera; participaba en talleres literarios junto a Alejo Carpentier, Rogelio París, Maité Vera y David Camps. Al estudiar Teatro quedó impresionada con la obra de García Lorca y Virgilio Piñera. En ellos encontró inspiración para aventurarse en la dramaturgia y comenzó a escribir “La marea negra”, un drama que dejó inconcluso. Asistió a puestas en escena de valiosas obras de nuestro repertorio nacional y a varias exposiciones de artes plásticas, como las de Loló Soldevilla y Pedro de Oraá.

NPG: También tenía muchas amigas de la aristocracia, como las nietas de Serafín Sánchez, pues estudiábamos juntas. Teníamos un profesor que trabajó en Naciones Unidas que se llamaba García Guitar, era el decano de Colonialismo y Subdesarrollo, que era una nueva asignatura, y entonces estaba, bueno ahí… ¡qué sé yo! Entre concurso y concurso yo era señorita novata ese año, porque simpatizaba con todo el mundo, ¡ja, ja! A mí me invitó a salir un gordito al que nadie soportaba, vivía en uno de esos edificios parecidos al Focsa, y el papá había sido gobernador o algo así. Quiero decir que yo le caía bien a todo el mundo, gente que después tú has oído mencionar en Miami.
YOB: Usted me contó que fue señorita universidad.
NPG: Sí, y después no salí más como señorita universidad, pero me escogieron como dama, y viajé con todo aquel grupito de la FEU. Conocimos a gente fabulosa. Fuimos a Varadero y después a Santiago de Cuba, conocimos a otras personas también fabulosas y disfrutamos de los carnavales, estuvimos en el Hotel Versalles, que tenía una piscina, y en los carnavales yo me enamoré de un muchachito por primera vez. Pero no pude ni siquiera besarlo porque con nosotros iba una vieja que no nos dejaba hacer nada: era la madre de la señorita universidad y tenía una joyería. Era libanesa, grandísima, y era novia de uno de los dueños de El Encanto. Aquella señora me puso carácter; pero a mí me importaba muy poco y, al día siguiente, dejé que el muchachito me besara todo lo que quería porque, total, al fin y al cabo… Y eso que conmigo iban otras amiguitas que eran las más bellas: gigantescas, de caderas; había otra flaca de un cuerpo escultural, pero gente tan sencilla y tan simpática. Todo era un lío, y después él me escribió, y yo le contesté con una frase de Tagore. Tagore decía que no se puede tocar la carne; que solo se puede tocar el sentimiento. ¡Yo estaba loca por él!, ¡del superdotado aquel que parecía un artista de cine! El papá, García Ibáñez, era uno de aquellos ortodoxos, que había estado en el juicio del Moncada. Y entonces estuvimos en el Country Club un día en que daban un baile, y parece que él le dijo al padre: «Sácame de este problema”, porque al parecer era casado y estaba enamorado de la alcaldesa de Santiago –no me acuerdo, una de aquellas familias de Frank País–, y entonces el papá me sacó a bailar: un tipo encantador, maravilloso. El papá era diez veces más simpático que él, ¡bueno, atorrante!, se me pareció un poco a Alfredo Guevara(…)

     Nivia era una joven hermosa, simpática, moderna; llamaba la atención con facilidad por su cuerpo y elegante postura. Tenía muchos admiradores, pero le parecía que ellos solo apreciaban su belleza externa, y se sentía utilizada. Esta situación le provocó repentinas indisposiciones y continuos cuadros depresivos, que harían más frecuentes las visitas a La Habana de su madre, quien comienza a inmiscuirse en su vida privada y social. Luego de graduarse, trabajó en el Instituto del Petróleo y en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Su vida continuaba con éxito, aunque en el plano amoroso sufría inevitables desengaños: era liberal, inmadura e inestable en sus relaciones, no encontraba a nadie acorde con su personalidad. Corrían los primeros años de la Revolución, y la economía de la familia cambió bruscamente cuando a su padre le confiscaron las tierras y una farmacia que había adquirido mediante un provechoso negocio. Apenas tenían dinero para pagar el alquiler de la casa de huéspedes de El Vedado, y no queda otra opción que regresar a Camajuaní, lejos del confort, las grandes avenidas, altos edificios y turbulento tráfico; lejos de los amigos y del medio intelectual y bohemio del que formaba parte.

NPG: Todo aquello desapareció. Fue después de la universidad, después de haber sido electa, del viaje por los países socialistas, después de un montón de cosas. Yo era como una figura de adorno, ¿comprendes?, y no era otra cosa que yo sabía que era: que tenía sentimientos, una vida destacable. Entonces esa fue la cosa. Pero, bueno, ¡ah!, también conocí a López Dorticós, ¡que estaba loco por mí, qué sé yo, toda esa gente! Me imagino que estarían casados. Después había otro, Pedraza, que el padre era arquitecto y que me lo encontré en el hospital de Santa Clara un día. El padre me gustaba más que el hijo, y el hijo me regaló un disco y me invitó a pasear. Leo Brouwer también me invitó a pasear, y salimos a caminar, y no sé hacia adónde fuimos. Luego Pedro Álvarez fue a mi casa y me pidió que trabajara con él. Y la cuñada –que vivía en la casa de huéspedes– me dijo: “Sí, yo sé para qué él quiere que trabajes con él”. ¡Ella era una venenosa! Pero Pedro Álvarez llevaba a su esposa que era una francesa y a sus dos niños que ahora son adultos, y creo que después se casó con Verónica Lynn. ¡Era encantador, la persona más maravillosa que yo haya visto!, ¡la más sencilla que he conocido! Si con alguien me hubiera sentido feliz de trabajar hubiera sido con él; pero, bueno, no tuve nadie que me aconsejara bien: nadie sabía lo que iban a durar los revolucionarios. Para que tengas idea del centro en que yo estaba, a aquella casa de huéspedes venía hasta Ramiro Valdés a hablar con Niurka, que era también amiga de Fontanil. Y un día mi mamá le echo carbón encima a uno de mis amigos para que se fuera, y él decía: “¡No, señora, eso no, que mi mujer me va a matar!”. Para que tú veas que conocía a todo el mundo. Después trabajé en Relaciones Exteriores un año, en La Habana, ahí en 3ra., por la Casa de las Américas. Si yo me llego a casar con uno de aquellos amiguitos míos, ¡ja! Y estaba otro amigo mío, que había estudiado para cura y después había sido revolucionario, y era un personaje en Relaciones Exteriores, nunca lo vi ni trabajé con él, pero ahí estaba; y estaba mi profesor de Colonialismo, que me invitó a salir con él, y salí con él; y entonces me presentaron a Roque Dalton, me lo presentó mi amigo Mariano Rodríguez.
YOB: ¿El pintor?
NPG: No, el escritor de Ellos lucharon con el Che. Mariano vino de La Habana y pasó por aquí y me llevó a Remedios, Santa Clara, Caibarién. ¡Era encantador!, de esas personas con las que me sentía bien. Estaban haciendo en las bibliotecas una sección de música clásica y entonces estaban llenos de planes, de ilusión y de cosas.

     En el pueblo la familia de Nivia era vista con indiferencia: de cierto modo representaban un sistema despreciado por la sociedad. A Nivia le fue difícil adaptarse, y tantos cambios terminaron por afectarla emocionalmente. Una tarde que apenas recuerda cayó sin conocimiento al suelo. Permaneció varios días inconsciente en el Hospital Dependiente, de La Habana; había recibido varios electrochoques y no poseía noción alguna de sí misma. Con solo veinticuatro años se sentía indiferente a todo a su alrededor, deliraba a ratos y durante las noches despertaba en pleno estado de shock con un horrible sueño: otros pacientes intentaban suicidarse y caían desde las alturas. Aún no borra estas imágenes de su mente, como tampoco ha logrado discernir si se trataba de meras visiones o de la pura realidad.

       A los tres años vuelve a ingresar, en el Hospital Psiquiátrico de Jatibonico, y es dada de alta bajo tratamiento. Su padre ya había muerto, y en casa debía cuidar de su madre que comenzaba a padecer de artritis. Pero los medicamentos que Nivia debía tomar la mantenían demasiado aturdida, y prefirió dejarlos con el fin de recuperar los reflejos y algo de claridad en sus ideas. A partir de entonces empezó a refugiarse en períodos del pasado. Se alejó de las personas, de la familia, y de aquel presente; hasta llegar a encerrarse días y días sin apenas intercambiar palabra con nadie.

     Algunos relacionan esta segunda recaída con la trágica noticia del asesinato en Bolivia del comandante Ernesto Guevara. En la familia De Paz eran asiduos colaboradores del Movimiento 26 de Julio y del Ejército Rebelde. En especial para Nivia fue un golpe traumático: había quedado sumamente impresionada por la visita del Che a su casa, días antes del triunfo de la Revolución,(1) al extremo de llegar a escribirle poemas que se debaten entre la admiración y lo pasional. Uno de ellos, con el título de “Esta noche”, se publicó en la revista Signos, número 26, de 1980. Nivia evade las preguntas sobre este encuentro con el comandante guerrillero: prefiere dejar en el misterio y las especulaciones un episodio que marcó su vida.

     Con más de treinta años retoma Nivia sus intereses intelectuales, motivada por un taller literario que organizaba el escritor, investigador y folclorista René Batista Moreno.(2) En esta especie de despertar, optó primero por la poesía, intentó escribir una novela y continuar obras de teatro que años atrás habían quedado inconclusas. Estas producciones literarias un tanto inconstantes –que, según la autora, emergían de sus sueños– renuevan en ella las ansias de nutrirse espiritualmente y de manifestarse a través de la literatura.(3) En este empeño, copiaba sus libros favoritos en las bibliotecas o librerías al no poderlos comprar, entre ellos los poemarios del escritor y periodista mexicano Amado Nervo y «Pájaros perdidos», del poeta y filósofo indio Rabindranath Tagore. En estas lecturas encontraba consuelo a su aislamiento.

     Pero será a través de las artes plásticas donde obtendrá mayores aciertos y reconocimientos. Nivia conocía a Samuel Feijoo desde los nostálgicos años de la universidad. Le veía frecuentar la casa de René Batista, pero no había tenido la oportunidad de intercambiar diálogo alguno con él. Hasta que un día Feijoo le pide que dibuje y, al ver el trabajo –algo parecido a una mano–, le sugiere sin mucho énfasis que lo continúe haciendo. Se acerca entonces a los talleres de creación de la Casa de Cultura, donde le ayudan proporcionándole materiales.(4)

NPG: Aquella pintura fue una cosa absolutamente mala.
YOB: ¿Y qué le dijo Feijoo?
NPG: Él no me dijo nada especial. La que se imaginó que era una mano era yo. Hubiera querido que él me hubiera dicho algo más, y me hubiera salvado, me hubiera adelantado como cinco años, porque yo le hubiera puesto mayor empeño a la pintura. Feijoo siempre estaba igualito, igualito, igualito. Éramos lo mismo que allá, una continuidad del pasado. Él ni me pedía nada. Bueno, nada especial, se veía algo cariñoso, amistoso. Sí, porque Feijoo era… bueno, él tiene que haberse acordado de aquella época en que nos conocíamos mejor…

     Empezó con bocetos de obras que volvían a los clásicos de las artes plásticas. De ahí la especial similitud que guarda, sobre todo en varios autorretratos, con las madames de Amedeo Modigliani de líneas ondulantes, figuras alargadas casi planas y de rostros ovalados, o las evidentes apropiaciones de obras de la vanguardia de los años 40 en Cuba como los Interiores del Cerro, de René Portocarrero, y las naturalezas muertas e interiores criollos de Amelia Peláez, de gruesas líneas negras y contrastantes de colores primarios. Este uso puntual de referentes le ayudaría para el dominio del color y de las líneas como recursos de expresión.

YOB: Nivia, ¿y estas apropiaciones de Modigliani?, ¿qué la llevó tanto a sus obras?
NPG: ¡Ah, yo adoraba a Modigliani antes de empezar a pintar!, ¡siempre me gustó!, me gustaban las poses de sus damas de ojos vacíos. ¡Yo me veía en esas damas! ¡Yo era una de ellas!

     Nivia es una amplia conocedora de la historia del arte, dice admirar todas las tendencias artísticas porque las ve como la representación fiel de los dilemas de la sociedad, aunque confiesa su preferencia por el surrealismo y la abstracción para apoyarse y trasmitir su abrumadora introversión.

     En los trabajos con manchas de color definía figuras y formas; representaba fantasiosos caballeros, cabezas de toros y animales mitológicos, que extraía de las siluetas en el piso, del moho en los muros y el techo, o redefinía contornos y lograba magníficas pinturas sobre las viejas paredes. Dos de estos murales aún se conservan en los dormitorios de la casa. En el primero, reina el caos en un ambiente infernal delimitado por gruesas líneas onduladas en naranja y azul; en la parte superior izquierda de la composición se destacan dos figuras, una de aspecto diabólico que al parecer dialoga con otra de forma humanoide, de tonos ocres y pronunciado vientre; mientras, casi al centro, una perra –de igual color– en posición frontal, alimenta a sus cachorros de definidos rostros humanos. A pesar de lo escabrosas que pudieran resultar estas imágenes, es la maternidad el tema abordado por la creadora, con todo acierto pintado en un espacio tan íntimo y discreto como su cuarto. En cambio, la pintura mural de la segunda habitación es todo un flash back de añoranzas. Allí está la familia ausente, con la imagen del padre que era árbol y sustento; la madre minúscula con sombrilla, apenas perceptible en su silueta; los amigos perdidos; las mascotas; los astros antropomorfos, testigos mudos de aquellos tiempos inmersos en el suplicio de la crucifixión y la brillantez de los días de playa en los que Nivia –bendecida y resplandeciente– emergía en la concha azul, cual Venus entre las aguas del mar.

     Mientras pinta es feliz. Imbuida en sus pensamientos, logra compensarse con una regresión que explora sus recuerdos y pasiones. Confiesa no comprender cómo logra sus pinturas, y que su mayor deseo es realizarse espiritualmente a través de ellas. Le gusta ser útil al crear “obras bellas” para el deleite de los demás, aunque estas no se comprendan. Para ella, sus obras poseen un gran valor estético y sentimental; las respeta y elabora con una sinceridad desgarradora, y se han convertido en el objetivo primordial de su vida, en “lo único realmente importante y sensato”. Mujer de desbordante imaginación, acude a ratos a la burla y la ironía hasta rayar en deliciosos absurdos, presentes tanto en sus más logradas obras como en la manera de sobrellevar su paupérrima vida.

NPG: Entonces yo digo: “Voy a limpiar el cuarto”, y ellos con sus trajes tratan de que no llueva. Porque ellos creen que la culpa de que el clima esté loco la tienen los americanos. Si hay ciclón: ¡los americanos! Yo a veces encantada de que llueva porque así puedo limpiar sin tener que cargar cubos: con el agua que me cae por las goteras puedo limpiar. Otras veces me preocupo porque llueve, ahhh, y el techo se puede caer; pero al final los engañé, y engañé a la suerte, porque lo que es un problema para mí lo convierto en una ayuda para limpiar. ¡Ah, sí, engañé a la suerte! Ahora dice el periodista Taladrid que los americanos inventaron un rayo láser que va a la estratosfera, produce no se sabe qué, y después aparecen los ciclones, y la lluvia, y esto y lo otro. ¡A echar las culpas a los americanos!

     Para protegerse de las tristes novedades, opta por inventarse versiones de la vida. Con la muerte de su querido amigo y protector René Batista –luego de que la nostalgia le jugó malas pasadas– prefirió convencerse de que aún vivía.

NPG: Le tenía mucho afecto a René. Era algo independiente de su ingenio, ¿sabes? Era la costumbre de verlo con su gorra. Nos conocimos de siempre. Cuando regresé a Camajuaní hicimos un tallercito literario, y me llevaba a los talleres, a las actividades en Sagua, aquí y allá. Yo sentía como que él indirectamente influía en mi vida. En él veía una especie de ayuda; era muy exigente y él hubiera querido que yo fuera algo así como él. Esta dedicatoria me la escribió él, dice: “A Nivia de Paz, la mujer más loca que he conocido en mi vida, Camajuaní, 19 de marzo de 2003”. Imagínate, si tienes un amigo que opina eso de ti, ¿qué puedes esperar? René me presentó a Rapi Diego cuando vino a su casa a filmar Mascaró, el cazador americano; entonces vino con la mujer y el niño. El hijo de Eliseo Diego era muy bonito, simpático, brillante, y la esposa era muy bonita, muy sensible. Entonces René –como diríamos– me utilizaba, y decía que si yo era la reina de esto y de aquello y de qué sé yo. Y al mismo tiempo se sentía como protector o una cosa así, ¿no? Pero yo lo siento muy cerca: era la única persona por la que tenía así un sentimiento. Lo veía por la calle y me importaba su opinión: me importaba lo que pensaba, si hacía bien, si hacía mal. Él sentía que había realizado una obra: en Signos hay una parte del rescate de la historia antigua de Camajuaní, de la parte popular, que en realidad es política. Y debería haber una parte de toda aquella aristocracia, de todos los que se fueron, de toda aquella gente que ahora está en Miami, que eran todo tipo de gente. Pero, bueno, estaba la parte que él rescató. Escribió sobre la gente que coleccionaba los discos de tango, los que cantaban en las estaciones de radio, en los parques, y salían en las carrozas. Toda esa gente que tenía miles de discos y que había vivido su tiempo de gloria, que eran personajes valiosos, ejemplos de humildad, ¿no? Está Tarzán, que nos llevaba a nosotros al instituto, a las clases, y él habla en Signos de Tarzán(5) y de este y del otro. René estaba por encima de las medallas y premios a la fidelidad que le dieron. Para mí él era algo más. Ayer vi a un tipo que era igualito a él, ahí en la casilla, y entonces el tipo sabía que se parecía a él, una especie de doble, era más joven, más gordito; pero, bueno, tenía que saberlo. Entonces yo lo miré y me dije: “¡Si este cree que me va a impresionar a mí, porque yo tengo nostalgia por René, pues no!”. Porque yo me imagino que René agarró un barco, se fue para Miami y embarcó a la mujer, ¡je, je! Yo creo que René es demasiado inteligente para morirse tan joven, ¿tú no crees? Tampoco lo podía creer cuando murió en Venezuela Rine Leal, mi teatrista favorito, al que habíamos visto en televisión, una especie de esperanza del teatro.

     Fue a finales de los 80 e inicios de los 90 cuando la producción plástica de Nivia de Paz gozó de mayor constancia. Participó en varios salones, resultó notoria su inclusión en el Salón de Arte Popular, al aportar una nueva visualidad a esta manifestación en la provincia,(6) y en diversas muestras colectivas, como “Inventario de cosas naturales”, organizada por el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (La Habana, 1991), además de realizar varias exposiciones personales en Caibarién, Remedios, Camajuaní y Santa Clara. Sobre su obra, Tahymí Canto Machado, especialista del Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Villa Clara comentó:

Predominio del dibujo, figuras casi inseguras e ingenuidad perfecta caracterizan la obra de los primeros momentos de la pintora camajuanense Nivia de Paz. Luego conocimiento empírico, líneas gruesas y colores vivos en zonas más o menos amplias nos van mostrando un acercamiento mucho más consciente a tradiciones y elementos populares, con lo cual logra hacerse eco del sentir de sus coterráneos.(7)

     Sería oportuno aclarar que sus expresiones plásticas resultan de una dudosa ingenuidad. Esto se debe en lo fundamental a la retina entrenada por la autora de forma autodidacta, que le ayudó sobremanera a lograr una distribución equilibrada de elementos  y la aplicación segura del color. Su alto nivel intelectual le facilitó la experimentación exitosa en el terreno de las artes visuales. El estudio de los grandes movimientos artísticos, ligado a su inteligencia y talento innatos, le ayudó a definir una línea coherente, sujeta a disímiles referentes, pero verdaderamente auténtica, por su marcado contenido simbólico-expresivo.

     En algunas de sus pinturas es usual encontrar un enfoque popular cuando se acerca a la muchedumbre pueblerina y al bullicio de las parrandas entre las confrontaciones festivas de Sapos y Chivos. Pero no es esta su única intención. Nivia no se limita a recrear un entorno tradicional. Prima la nostalgia: esas pintorescas festividades son las de antaño, las suyas, las de su niñez y adolescencia; tiempos de ilusiones fugaces, de amores inciertos y de holgada juventud que intenta revivir. Tales representaciones carnavalescas devienen reflexiones sobre una vida de fuertes contrastes y sinsabores.(8) Se autorrepresenta entre rostros enmascarados que se niegan a mostrar una verdadera identidad(9) y se convierten en híbridos de animales y plantas. Entre la confusión de personajes de épocas distintas es posible encontrar sujetos de anticuadas vestimentas y ariscas sonrisas, arlequines, músicos, guaracheros, endebles príncipes, hombres-bestias (10) y sensuales bañistas.

     En Nivia la filosofía, la poesía y los recursos plásticos se fusionan para situar sus reflexiones y dilemas en el centro de cada obra. La barrera entre presente y pasado es burlada con frecuencia, y la autora se rehúsa a tomar conciencia plena de la realidad actual. Teme olvidar, porque de sus recuerdos vive; de ahí su constante reproducción del pasado, de un ayer que vuelve hoy a través de sus pinturas; de regresar a los momentos vividos con intensidad, a la familia querida, a sus interrogantes, preocupaciones, sentimientos y hastíos.

     Ha incursionado en el paisaje, la naturaleza muerta, las marinas, e incluso ha logrado realizar exquisitas abstracciones de abigarrados colores y sensaciones confusas. Sus autorretratos se convierten en leitmotiv: suele pintarse aún joven, sensual, con facciones gatunas y el cuerpo metamorfoseado o fragmentado. Los retratos de otras personas incluyen tanto a aquellas que estima como a los sujetos que desprecia. Llama la atención el tratamiento plástico y a la vez psicológico de los rostros, que pueden ser divididos simbólicamente en áreas de colores, con predominio del rojo y del azul.

    Como casi nunca puede contar con los recursos materiales para pintar, emplea cualquier tipo de soporte plano, aunque por lo general trabaja sobre cartulina, cartón o lienzo. Utiliza las técnicas de la tempera, óleo –o una mezcla de ambas–, el pastel, carboncillo, la tinta, pigmentos naturales y cualquier otro material que le permita aplicar el color, dibujar o crear diferentes efectos visuales. Trabaja con frecuencia el collage, a veces sobre obras aparentemente terminadas.

     Vale mencionar las seguras pinceladas que acentúan el peso emotivo de las obras. Posee una paleta vigorosa que exhibe con ironía tonos estridentes junto a otros suaves: rojo fuego próximo a un azul índigo, naranja junto a un verde limón, o la llamativa combinación de verde y violeta; el amarillo casi siempre lo emplea para enfatizar zonas de luces o resaltar contrastes en las complejas coloraciones.(11)

      Nivia de Paz sobrevive de la agitada cotidianidad en su acostumbrado encierro. Lejos de los nuevos códigos que no logra descifrar. Junto a sus perros, recuerdos y pinturas insiste en contemplar la vida tras un velo visionario e incierto; y en la desconfianza de todo lo que oye y ve. Para los más viejos, es todavía aquella mujer hermosa, culta y grande que una vez determinó frenarle el juego al tiempo. Para los jóvenes es una loca que sale de su escondrijo en busca de alimentos, y a cambio de su destartalo recibe discretas burlas y guiños. Allí pocos creen en su arte, ese que ha utilizado para situar su imagen junto a escenas de la memoria histórica del periférico poblado. Mas no se deja llevar por el silencio del olvido. A pesar de su desgastada vitalidad, Nivia quiere seguir, sobre todo en los días en que sus deseos por crear se vuelven irresistibles, y apenas logra respirar.

Yaysis Ojeda Becerra, Camajuaní, 3 de junio de 2010.(12)

Notas

(1) La fachada de la casa de Nivia conserva una tarja conmemorativa de esta visita del Che, y en la revista Signos (Santa Clara, No. 26, septiembre-diciembre, 1980, p. [6]) aparece una fotografía de ese momento, donde está el Che junto a ella y otros jóvenes.
(2) Batista Moreno –en su afán de dar a conocer los valores culturales de su querido Camajuaní– contribuyó a promover la obra literaria y plástica de Nivia de Paz. Era de las pocas personas que en el pueblo la tomaban en serio como creadora, y, gracias a él, algunos de sus poemas y dibujos fueron publicados en la revista Signos y otros medios.
(3) Con los poemas escritos en esta época quedó conformado el poemario Me saludo mortal y me retiro (2004). Su poesía también se ha publicado en la revista Signos y en la antología de poetas villaclareños Faz de tierra conocida (2010).
(4) Aún recuerda con afecto que una de las primeras personas en ayudarle fue el luego reconocido escritor Jorge Ángel Hernández, quien entonces era un joven promotor cultural.
(5) Véase René Batista Moreno: “El Tarzán de los Tangos”, Signos, Santa Clara, No. 52, julio-diciembre, 2005, pp. 17-28. Se refiere a José Agustín Gutiérrez, el Tarzán de los Tangos, personaje popular de Camajuaní.
(6) Criterio de Roberto Ávalos Machado al referirse a la obra de Nivia de Paz, Noel Guzmán Boffill Rojas y Bernabé Aquino, en el catálogo del III Salón Territorial de Arte Popular (Consejo Provincial de las Artes Plásticas, Villa Clara, 1997).
(7) Tahymí Canto Machado: texto del catálogo de la exposición personal “Nivia de Paz”, conformada por veintiséis obras de pequeño y mediano formatos (Galería Martí, Santa Clara, 1994).
(8) Una de ellas fue la serie “Carnaval” (1990), óleo sobre cartón, 60 x 60 cm, exhibida en la muestra colectiva “Si no lo veo no lo creo”, Galería Provincial de Arte, Villa Clara, octubre de 2003.
(9) Resulta notable la similitud de estas obras con aquellas realizadas por el pintor belga James Ensor (1860-1949), en las cuales el artista representaba los festejos multitudinarios de la ciudad de Ostende, que le producían repulsión. De esta manera presentaba a la humanidad como algo grotesco, estúpido y vano, retratando a los individuos como payasos o esqueletos y remplazando los rostros por máscaras de carnaval. Una de estas obras fue Retrato del artista rodeado de máscaras (1899), óleo sobre lienzo, de 120 x 80 cm. Ensor es considerado precursor del expresionismo y del surrealismo.
(10) Estas criaturas de aspecto fantástico no aluden a la mitología popular cubana. Más bien son el fruto de una desenfrenada imaginación que se divierte en fusionar sensuales cuerpos con extrañas cabezas de animales. Aunque sí ha recreado personajes de leyendas cubanas –como un güije extraterrestre–, casi siempre por encargo.
(11) La paleta y la pincelada empleada en algunas de sus obras nos remiten al inconfundible estilo pictórico del noruego Edvard Munch (1863-1944).
(12) Yaysis Ojeda Becerra: «El aullido infinito«, Editorial Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2015, pp 81-99.

 

Artista, profeta y loco [1] 

Boffill, (Fotografía Florencia Bisagno)

Boffill (Fotog: Florencia Bisagno)

Yo no sé ni quién yo soy
cuando yo mi verso invoco;
para unos soy un loco
y no sé hacia dónde voy.
Todo, mi amigo, lo doy,
con afecto y con amor,
simplemente soy pintor;
soy grande en el universo;
soy la palabra y el verso.
Mentira: ¡soy jodedor!
Boffill

 

     Cuando se logra una imagen plástica desde una postura aberrante –que presupone el desvío del comportamiento racional–, la obra alcanza una irreverencia y un magnetismo tal que a priori parecería caótica y, en cambio, estaría proponiendo un orden otro, posible de apreciar solo desde la mirada del desatino, la extroversión y el placer de encontrar en lo grotesco y lo morboso un espacio de liberación, de nuevas puertas hacia el entendimiento y la lógica humana. Los apuntes de Jean Dubuffet sobre las aberraciones en la plástica fueron precisos en ese sentido:

También las aberraciones deben estar representadas en el coro de la obra de arte ¿Por qué no? ¿Acaso no son facultades humanas? ¿No forman parte, como tales, más o menos copiosamente, del mecanismo psíquico del ser humano? ¿No conducen quizás a los descubrimientos más valiosos? ¿Es que el arte no comienza con las aberraciones?[2]

      En esta condición se encuentra la obra de Noel Guzmán Boffill Rojas (1954), uno de los artistas más controvertidos de Villa Clara, cuya creación plástica muestra al hombre en sus debilidades, grandezas, aciertos y extravíos.

     En el número 50 de calle Sol de Remedios creció Noel, marcado por el ambiente marginal del barrio y las inquietudes culturales de su familia: la madre, Ángela del Socorro Rojas García, escribía décimas y dibujaba; decimistas fueron también la abuela y su tío Kid Rojas, el boxeador; el tío Ramón Rojas (Tao) tocaba la marímbula; el hermano Jorge Rojas tocaba el violín; en cambio, su hermana Gladis Aponte prefirió el teatro y se graduó como actriz del Guiñol.

     A los quince años entra Noel Guzmán en la escuela militar Camilo Cienfuegos, de Santa Clara. Una vez allí, no se adapta a la disciplina y finge dolores en las piernas para dejarse operar de várices y obtener la baja académica. Intenta continuar estudios en una escuela de Inseminación Artificial, de donde lo expulsan bajo sospechas de homosexualidad. Desde entonces le gustaba vestirse y peinarse de forma extravagante, y fue un detalle erróneamente interpretado por los profesores y la dirección de la escuela. Noel, que no dejaba de meterse en líos, es llevado a un centro de reducación de menores en Camagüey. Luego, al integrarse al servicio militar, provoca con su exaltada personalidad –contraria a la disciplina del ejército– ciertos disturbios que le valieron meses de encierro en una unidad especial. Por esta fecha empieza a correr en las pistas de atletismo, movido por su admiración al bicampeón olímpico Alberto Juantorena.

     A partir de 1975 Cuba convoca a sus ciudadanos a solidarizarse con la independencia de la República Popular de Angola, y Noel no vacila en presentarse. Las autoridades se negaban a llevarle: le creían loco. Se sube a la fuerza al camión de reclutamiento con un cuchillo a la cintura, y no deja otra opción a los responsables que permitirle llegar hasta la capital junto a los reclutados. Una vez allí, convence a los altos oficiales y parte hacia el continente africano.

     De sus casi dos años en África guarda medallas y diplomas que reconocen sus méritos de combatiente internacionalista, el recuerdo de las salidas y puestas de sol sobre las sabanas, el regocijo de haber ganado amistosos maratones contra corredores rusos y africanos y la desagradable experiencia de combates a fuego abierto, causantes de pérdidas en su audición y de serias afecciones nerviosas que –a su regreso a Cuba– motivarían la decisión de la hermana de llevarle al Hospital Psiquiátrico de Santa Clara; pero no lograron ingresarlo, porque amenazó con el suicidio a los doctores y a su propia familia.

     En los años siguientes realiza diferentes oficios: fregador de platos; vendedor ambulante de tamales, anoncillos, maní, marañones y periódicos; lustrador de zapatos; barrendero; mozo de limpieza; pinche de cocina; sirviente de comedor; peón; ayudante de albañil; constructor de pozos; despedidor de duelos; músico callejero; cortador de cañas; carpintero encofrador; aprendiz de hojalatero; colchonero; profesor de Español y Atletismo e instructor de Ajedrez y Tenis de Mesa. Escribía cuentos, noveletas y poesías –décimas sobre todo– que disfrutaba recitar en público. En tanto conoce a Maritza Atanes Alemán, con quien se casa y tiene a su hijo, Dariel Boffill Atanes.[3]

     Su incesante espíritu lo lleva en 1983 a realizar una caminata desde Santa Clara hasta La Habana, con el objetivo de promover el Club de Oyentes de Radio Liberación, homenajear a los mártires de Granada, el aniversario vigesimoséptimo de la llegada del yate Granma a costas cubanas y el vigesimoquinto del triunfo de la Revolución. Para ello hizo coincidir la fecha de su salida y arribo a la capital con las fechas históricas de partida de los expedicionarios desde México (27 de noviembre) y su posterior desembarco en costas cubanas (2 de diciembre). Caminó durante siete días –el mismo tiempo empleado en la expedición– por la Carretera Central, a razón de cuarenta y siete kilómetros por jornada. Para despertar mayor expectativa alrededor de esta singular empresa, mantuvo su identidad oculta, haciéndose llamar el Caminante Incógnito. En la travesía, las radioemisoras mantenían a la audiencia informada de su paso por cada pueblo, y el periódico Girón de Matanzas le dedicó un artículo. A su arribo a La Habana, le esperaban los trabajadores y dirigentes de Radio Liberación ansiosos de conocerle. Presentado ante los estudios de televisión, Boffill cuenta las peripecias del largo recorrido y revela su verdadero nombre.[4] Con este episodio se hizo popular con el sobrenombre de Juantorena entre quienes aún no lo conocían.

     En sus visitas a intelectuales remedianos comienza a interesarse por la pintura. Y recuerda que una noche, mientras dormía, se le apareció una mística estrella que le anunciaba su camino en el arte, y, tras contárselo a su madre, decidió empezar a pintar. Desde entonces su vida tomaría un nuevo rumbo. Formó parte del Colectivo Plástico de Remedios y llegó a establecer contacto con Samuel Feijoo, quien –a pesar de su salud en deterioro– le ofreció valiosos consejos: “Dibuja lento, pero constante –le decía en cartas–; no permitas que nadie te dé clases”.

     En 1986, con treinta y dos años de edad, realiza su primera exposición personal, constituida por más de veinte óleos en pequeño formato, montados sobre tendederas en el parque de Remedios. Estos primeros pasos no fueron del todo felices. Pocos comprendían aquella manera peculiar de pintar: muchos agredían sus pinturas y le ofendían sin razón. Le negaban exponer, mientras su familia insistía para que renunciara a esa vocación, y la esposa –quien con el tiempo se convertiría en su mayor apoyo– le presionaba al extremo de darle a escoger entre ella y el arte.

     Comienza a viajar a La Habana Vieja y proponer sus obras a los transeúntes, a riesgo de ser multado. Visitaba importantes museos, talleres y galerías. Conoció a personas influyentes que, cautivadas por sus lienzos, no reparan en brindarle ayuda. Mercedes Peñaranda –directora de la galería La Acacia– le lleva a conocer al pintor Roberto Fabelo, quien le ofrece amistad y colaboración. Los críticos Orlando Hernández y Ramón Vázquez compran obras suyas para la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, como la pieza Las profecías de Ezequiel (1997), que hoy integra la muestra permanente de dicha institución.

    A finales de los 90 Boffill es encausado y cumple condena en diferentes prisiones de Villa Clara. Este suceso influiría determinantemente en su estilo pictórico, al quedar cautivado por los tatuajes que los reclusos utilizaban con una función decorativa o para disimular viejas cicatrices: contenían impresionantes imágenes religiosas, invocaciones de amor a la pareja y la familia, refranes y amenazas de muerte. Le hacían recordar cuánto le apasionaban desde niño.

NGB: Cuando niño visité una prisión de mayor rigor con Enrique Pedroso porque su padre era un oficial del Minint que trabajaba en esa cárcel de Remedios –que ya está cerrada–, y me impresionaron aquellos cuerpos tatuados. Con posterioridad, en mi vida juvenil tuve desaciertos o caídas –aparentemente– más traiciones de personas que les hacen trampas a los seres humanos por las ingratitudes de la vida y por la envidia. Entonces estuve en prisión y estudié los tatuajes desde el punto de vista del lienzo viviente sobre la piel. ¡Vi los grandes dibujos o las grandes pinturas, o dibujos coloreados de Santa Bárbara, de la Virgen de la Caridad del Cobre, de Yemayá, de Ogún, de Obatalá!, etcétera, ¡muchos Jesucristos! A tal extremo eso ha influenciado en mi obra que yo soy uno de los pintores del mundo que más Jesucristos ha pintado, más de cien. También vi –y luego he pintado– mucho al Che, Camilo y Fidel. Entonces yo me decía: “¿Cómo yo podría estar preso para ver esas cosas, para vivirlas?”. Pero, en realidad, no pensaba que yo podría pintarlas: más bien manifesté mi obra en la literatura, escribiendo letras de guaguancó, de tango, poesías. Pero con posterioridad, cuando la vida se ensañó conmigo, ¡fui marcado por el rigor de la propia existencia y de los defectos humanos! ¡Tuve que ir a prisión! Y vi todas aquellas maravillas, tristes y dolorosas maravillas; porque no es hermoso el hombre que se hace el tatuaje sobre su piel, ¡pero sí es hermosa la obra de arte! Incluso castigado por la propia Biblia, porque si una persona se hace un tatuaje, sabiendo que eso es un pecado, ante Dios es un gran pecador; pero aquellos que no lo sabían y se lo hicieron, no son pecadores. Bueno, la cosa es que yo me he inspirado, y prácticamente mi obra está inspirada en los tatuajes y en las cosas kitsch que se hacen, por ejemplo: un yeso de un indio, las cosas de mal gusto. ¡Y esta ha sido mi pintura! ¡Yo pinto las cosas feas y las transformo!, aun cuando pinto sobre la naturaleza; pero no pinto las cosas bellas de la naturaleza sino más bien las transformo, y pinto las cosas feas de la naturaleza. Hay mujeres muy lindas, yo no solo pinto mujeres lindas, también feas, que dicen que son feas, pero en realidad ¿qué mujer fea no tiene algo hermoso?

YOB: Entonces, ¿sus vírgenes vienen de ahí?
NGB: ¡Por supuesto! Y después con el no dominio del dibujo perfecto, porque somos pintores que no dominamos el dibujo como tal, pero sí somos grandes pintores porque somos grandes coloristas…

    Mientras estuvo recluido,  Boffill pintaba sin descanso sobre cualquier soporte, incluso sobre los fragmentos de sus pantalones. Había encontrado una fuente de intensa inspiración y empezó a insertarse sin dificultad en el entorno de las prisiones, espacio generador de cultura propia, donde se heredan de compañero a compañero técnicas artesanales y pictóricas que sobreviven solo en este ambiente, y fuera de él perecen al cambiar las situaciones sociales y los hábitos del individuo. Aquí subyace –gracias a las costumbres y motivos individuales– la realización de expresiones visuales únicas por sus características y condicionadas por una fuerza emotiva que es empujada hacia el exterior del sujeto en situaciones límite.

    Al salir de prisión, se muda con su familia a la finca Tintoré en San Juan de Amaro. Allí, en una casita de guano y madera, clavaba las obras a las tablas de las paredes. Le gustaba pintar desnudo o bajo torrenciales aguaceros para sentirse más cerca de la naturaleza. Gracias a la constancia y esfuerzo, sus condiciones de vida mejoraban a la par de su crecimiento artístico, y logró mudarse al pueblo de Santo Domingo, antes de viajar a Argentina para exponer su obra plástica. Le aguardaba un futuro colmado de éxitos profesionales.

     Boffill ha tomado parte en más de noventa exposiciones nacionales e internacionales. Su pintura, de una solidez incuestionable, forma parte de valiosas colecciones públicas y privadas. Emplea diversos soportes: cartón, madera, muebles, puertas, relojes, palmas, objetos y prendas de vestir.[5] En la necesidad de superarse a sí mismo, se ha atrevido a explorar otras técnicas y manifestaciones visuales como la cerámica, el collage, la escultura, la instalación, el body art, y el performance, razón por la cual prefiere otorgarse el calificativo de artista contemporáneo. Posee un estilo auténtico, de “exagerada originalidad”; [6] avalado por premios, menciones y reconocimientos. Es considerado por la crítica un exponente significativo del arte naif en Cuba –aunque no le gusta que lo encierren en esta clasificación– por los temas que suele trabajar, y que coinciden con esta vertiente, entre otros: las leyendas y parrandas remedianas, los paisajes rurales, y las representaciones religiosas de deidades católicas y afrocubanas.

     Fue practicante de la santería durante su niñez y primera juventud, y confiesa haber abandonado su devoción hacia los orishas, a quienes respeta y pinta cual iconos culturales y motivo de fe. Cree en Dios como ser divino y todopoderoso; de ahí también sus tantas representaciones. Por otro lado, las numerosas vírgenes de Boffill –presentes en cada exposición suya– poseen un elevado sentido sacro y una majestuosidad insuperable.

YOB: ¿Tiene preferencia por algún tema?
NGB: No, yo no tengo tema que prefiera, ¡yo pinto! Lo que no me gustaba era hacer retratos, y hoy día he hecho más de quinientos  –asombrosamente– ; pero me gusta mucho hacer paisajes marinos, paisajes campesinos, paisajes de la ciudad, naturalezas muertas, iglesias, vírgenes, santos. Me gusta hacer abstracciones, pero sé que no es mi fuerte. Soy un pintor naif, primitivo, popular, autodidacta, contemporáneo,¡como quieran llamarme! Pinto a las mujeres, pinto a los hombres, pinto a los niños. Ahora se me está ocurriendo que quiero hacer unas cuantas cosas de mal gusto, ¡de terror!, porque veo cómo la gente consume tanto el terror por películas y demás; y voy a hacer unos cuantos, ¡cuatro o cinco cuadros que van a estremecer a la gente! ¡Para joder, para meter miedo, para fastidiar!

     Ha desarrollado otras temáticas relacionadas con sucesos internacionales, hechos históricos y héroes patrios por los que experimenta una particular obsesión, [7] al extremo de convertirlos en divinidades. Cultiva el género del retrato –con inclinaciones hacia lo caricaturesco, sin ser esta la intención– para representar amigos, parientes, relevantes figuras de las artes, las letras, la historia y la política [8] e incluye el autorretrato: [9] en ocasiones se autorepresenta concienzudamente, fusionando su imagen a personalidades en una especie de trasferencia espiritual; aunque también podemos encontrar su fisionomía, de manera casual, en retratos hechos a segundas personas. 

     Es de señalar la expresividad que logra en los rostros, que por lo general carecen de sonrisa. Aquellos de perfil, presentan una exagerada ondulación en las siluetas; y los realizados en posición frontal, son características la forma semiacorazonada de la cabeza y las poses estáticas. Los ojos constituyen una zona determinante en cuanto a significados que varían a partir del retratado; comúnmente permanecen muy abiertos, y las pupilas no siempre llegan al borde de los párpados. Las pestañas inferiores son representadas de manera acentuada; en cambio, las superiores no siempre aparecen. Las cejas, de espeso grosor, adquieren la misma longitud de los ojos, y pueden convertirse en símbolos o atributos que complementan la personalidad o historia del sujeto representado. El entrecejo es utilizado con igual intención. Esta zona superior del rostro, importante por su contenido visual, permanece en interacción con otros elementos narrativos de la obra situados en planos posteriores. Su sola presencia bastaría para la representación del sujeto, sin necesidad de añadir otros rasgos faciales. En el pelo, la figura se libera y complementa con graciosos movimientos que van desde espesas cabelleras dispuestas en redondo hasta otras de realzadas puntas o desflecados mechones que simulan flotar en el viento y el agua. En cambio, pies y brazos son de una total desproporción respecto a la figura; de ahí la impactante combinación que resulta de monumentales piernas en cuerpos de relativa pequeñez. Las manos, en específico, adquieren mayor protagonismo al ocupar una función de apoyo, de realce, de énfasis, en gestos y acciones.

     Sus pinturas primitivas, de torpes trazos y acentuados contrastes, guardan especial similitud con las figuraciones infantiles. De ellas es propio el contorno de rígidas figuras por una especie de trenzado o cadeneta, para luego rellenar las delimitadas áreas con colores planos y enérgicos. Boffill es lascivo en el dominio de los colores que pliega a sus designios. Los utiliza en tonos intensos, aun si la gama es clara, y superpone el mismo una y otra vez empleando la mencionada cadeneta y ricos empastes que terminan por imprimir a la obra sensaciones táctiles. Con estas incitadoras texturas[10] queda planteada una intención lúdica con el espectador, antes involucrado en la gracia de la imagen plástica.

     Lo sexual es tratado desde disímiles enfoques, y emplea con frecuencia la representación de órganos sexuales sin que contengan un marcado carácter erótico, [11] aunque no dejan de ser aberrantes desde la óptica visual, por la manera grotesca e impúdica en que trabaja el artista. Boffill trabaja el desnudo sin prejuicio alguno, a través de la pintura, la fotografía o el performance; con total naturalidad ha llegado a representar los cuerpos de los héroes patrios, que quedan desmitificados en el gesto frágil y cercano que propone la desnudez.

YOB: ¿Cómo concibe lo sexual dentro de la obra?
NGB: El sexo es una de las maravillas grandes del ser humano. Sexo normal existe, y el aparentemente anormal, y hasta el paranormal. Tengo amigos que experimentan el sexo en alucinaciones, no es mi caso. Y existe el sexo entre personas y animales, frecuente entre la etapa de la niñez y parte de la juventud. Hay ancianos y ancianas que también lo practican, y no lo considero cosa malsana. En mí es maravilloso, bueno, bello. El sexo forma parte del desahogo espiritual del ser humano, de los animales y de las plantas, las piedras, y otros objetos que pueden estar en constante movimiento sexual. Pero poco conocemos las personas de la vida del sexo. Se manifiesta en sueños, en ideas, en pasión, en la poesía, la danza y demás expresiones del arte y de la vida común. Las representaciones que hago son muchas: en falos, piedras, en la frutabomba, en una línea no definida y oculta sin intenciones, en juguetes visuales hechos de líneas, en aves, sueños. Esas son representaciones poéticas. Y en la fotografía podemos representar también los órganos sexuales. El sexo en mí, el más grande y agradable, es el que realizo con mi mujer. Pero he estado con dos mujeres, pecado capital, tratando de hacer el sexo, y en realidad no he hecho sino papelazos porque las fuerzas no me daban, ni cuando era joven. Me gusta el sexo grupal, pero no lo realizo por temor a Dios. Me agrada el sexo playero, en las playas de nuestra patria y el sexo en el campo, los cañaverales, los montes. Los he realizado, y me encantan. No me agrada tener sexo con personas de mi propio sexo; pero no me opongo a ellos ni los ofendo ni los odio: les aprecio como seres humanos que son de gustos diferentes al mío. Y es tan bello el sexo que me gustaría hacerlo contigo; el hombre que no se arroje a tus pies, es hombre débil, mujer de extraordinarios encantos…

     Boffill se deja llevar por el arrebato en que se encuentra para disfrutar de la libertad del inconsciente. Trabaja sobre el lienzo sin elaborar bocetos y solo en algunos casos organiza antes sus ideas. La obra Virgen de la Caridad del Cobre (2009) [12],  evidencia su embriaguez en tal estado. En esta virgen de prominentes ojos y larga melena negra, los trazos del pelo se confunden con el mantón azul que se disuelve en la mancha: cabellera, mantón y agua se degradan y ensucian unos sobre otros con total automatismo psíquico. El fondo de intenso azul varía en sus tonos, el silencio deviene recurso, y se crean zonas de aparente vacío; la mancha –que no llega a ser del todo abstracta– protagoniza y construye caprichosas formas de peces e indescifrables símbolos en las profundidades marinas, sin responder a una intención predeterminada. El inconsciente, ajeno a condicionamientos estéticos, da rienda suelta a la espontaneidad, marcando la diferencia y frescura de la pieza. En cada esquina superior del lienzo los astros antropomorfos bendicen a la portentosa marinera; su corona y vestido amarillo son bordeados por líneas de color negro, y una tenue zona sin pigmento alguno evita el contacto de las vestiduras con el agua, efecto que enfatiza la acción de salvamento y contribuye al relato del hallazgo, según el cual la imagen que hoy se venera en el santuario del Cobre fue encontrada en la bahía de Nipe con las ropas secas. La falda de la virgen termina en graciosas puntas, y por debajo asoman gigantescos pies con los dedos curiosamente dispuestos hacia una misma dirección. Las gruesas piernas de las vírgenes de Boffill dotan a las figuras de una fortaleza y monumentalidad presentes en pocas representaciones marianas. En la base de la obra reposan sus tres acompañantes fieles. En la distribución del color amarillo, la obra presenta una estructura triangular inversa, que va desde las puntas superiores –los astros– a la figura central –la virgen– para concentrarse en el vestido de esta. La firma del pintor también va en amarillo e indica que es el color que pretende destacar.

YOB: Cuénteme un poco más sobre el proceso de elaboración de sus obras.
NGB: Hay cuadros que yo tengo preconcebidos con algunos diseños. Eso depende del estado emocional y del trabajo que voy a hacer, porque –por ejemplo– si yo me inspiro en Gérald Mouial –por ponerte un ejemplo– y le voy a hacer un retrato y voy a poner dentro de su cuerpo y a su alrededor cincuenta y un cuadros pintados, aparentemente, por cincuenta y un pintores cubanos –que son interpretaciones–, entonces tengo que estudiar los cuadros de esos pintores y estudiar sus firmas. Pero hay veces que yo no dibujo el cuadro y trabajo directo pintando. Eso es según el estado de ánimo, son procesos diferentes: unas veces lo hago dibujando, otras sin pintar. Unas veces no sé lo que voy a hacer y otras veces sí sé lo que voy a hacer. Me agrada casi siempre que en la mayoría de los casos no sepa lo que voy a hacer; pero no siempre, porque no soy un loco. Cuando tengo la cordura sé lo que voy a hacer, ¡y así!

     Los lienzos –pintados con óleo o acrílico– casi nunca poseen bastidor o marco. Al inicio trabajaba sobre la tela sin darle la debida imprimación y construía recargadas composiciones sin jerarquizar figuras o planos, con desordenadas manchas que aprovechaban todo el espacio posible. Con la evolución de su obra, empezó a trabajar sobre lienzo imprimado, y sus composiciones se volvieron más sobrias y menos desenfadadas; situaba una figura principal en un primer plano y organizaba una coherente narración a través de símbolos ubicados en el trasfondo. En algunos casos esta figura principal aparece tan vinculada al fondo de la obra que se produce una rica unión entre planos, por la presencia común de elementos y signos. Los textos que emplea refuerzan la trama y pueden ser: décimas suyas, un eslogan, refranes, nombres propios de personas o lugares. 

     Mediante la plástica, Boffill expresa una peculiar filosofía de vida, que fusiona lo místico, lo absurdo y lo poético con la realidad. En ese incesante interés por exteriorizar y compartir su arte –aunque este no siempre se comprenda y valore con justeza, a pesar de sus triunfos profesionales– ha convertido su casa en un verdadero santuario artístico donde obras y objetos de la cotidianidad coexisten hasta fusionarse y crear un ambiente criptico pero acogedor. Las paredes internas y externas han sido decoradas con pinturas murales, y fragmentos de obras se utilizan con diafanidad y rara elegancia.

     Cada acto que Boffill realiza lo enfoca desde la visión del arte y del artista; de ahí el acento de simulacro de las escenificación que improvisa con tonos discursivos en cualquier circunstancia. Ama la oratoria y el ser escuchado; en su excentricidad es evidente una nota humorística e infantil que va de lo maldito –y poco tolerable– a lo inocente. No tiene cálculo preciso de las reacciones que provoca en el público con sus desatinadas manifestaciones y sus gestos. De inquietante presencia, es un pícaro fabulador, atrevido y de pensamiento ágil. Su necesidad de exteriorización verbal está condicionada por la búsqueda del triunfo, la admiración y el reconocimiento social.

El ídolo(2010),óleo sobre lienzo, 100x80cm

El ídolo(2010), óleo sobre lienzo,100 x 80 cm

NGB: Y digo algo que es feo decirlo, pero lo voy a decir: La pintura en el mundo actual está semimuerta, ¡es una porquería! La mayoría de esos pintores del mundo son falsos pintores que están copiando a Vincent van Gogh, a Chagall, a Picasso, a Lam, a Feijoo, etcétera. ¡Todos son unos sobre otros! ¡Sinvergüenzas: no saben nada de arte! Casi no se sabe nada de literatura. Se están copiando y copiando. Y los periodistas no saben nada de arte, y lo que hacen es escribir sobre los amigotes que están triunfando, y no profundizan como deben profundizar. Otros que tienen muchos contactos y mucha plata están saliendo constantemente por la radio y la televisión. Y ya hasta dicen que Boffill está comprando los medios, porque a veces nada más que la radio y la televisión está habla que te habla de Boffill. Bueno, yo no quisiera que estuvieran hablando tanto de mí, no me interesa. Hace años mi amigo Cintio Vitier –cuando yo le decía: “Mira, a mí me gusta la propaganda, me gusta la radio y la televisión”– me respondió: “Tú no necesitas propaganda, tú eres Boffill el grande”. Y yo le decía: “Sí, pero me gusta salir”. “Bueno, despreocúpate de eso, que eso no hace falta”. Y entonces hombres sabios como esos lo dicen. Y ya estoy analizando que verdaderamente la propaganda no es muy buena, y es cierto lo que dice mi señora: ¡Me podían apoyar un poquito más!, pero no quieren apoyarme, pero que no me apoyen, que se vayan pa’l carajo, que no me apoyen, ¡ya!

     Admite escuchar voces y tener visiones que relaciona con una especie de estado de inspiración. En su condición de místico, se siente profeta y recibe premoniciones –verbales o a través de la pintura– sobre la vida de los demás, sucesos climáticos y catástrofes mundiales. Está convencido de proporcionarles fortuna a aquellos que le ayudan e infortunio a quienes le agreden.

YOB: Boffill, ¿las voces que escucha son premonitorias?, ¿son instintivas?
NGB: Yo recuerdo mucho a Antonio Maceo y creo mucho en Antonio Maceo, que era un hombre previsor, y creo en José Martí, pero creo en Marx y Engels, que decían que pululaban los espíritus, espíritus selectos que dan ideas. Yo siento voces; un psiquiatra puede decir: “alucinaciones auditivas”. Pero veo figuras, y pueden decir: “alucinaciones visuales”. ¡Siento la voz del interior del poeta, la voz de la creación divina! Siento que soy un hombre que, cuando doy consejos –porque lo hago con el sentido de la positividad–, todo marcha bien. Aunque en muchas ocasiones yo tengo tristezas, tengo dolor, tengo melancolía, ¡pero es que soy un ser humano, no soy de hierro! ¿Y aun el hierro y el acero no se oxidan? ¡Sí! Me considero un profeta: profeta de las sombras y las luces, de los colores y las líneas.

YOB: ¿Y cuáles son sus profecías?
NGB: Sí, a través de la secretaria del jefe de la Sección Política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias –la dirección política del general de dos estrellas, del general de división Carrillo– se me dice que puedo hacer una solicitud para pintar las camisas que yo deseaba desde el soldado hasta el grado superior. Y la respuesta del compañero general Carrillo fue negativa. ¡Se me dijo que no! No obstante, tuve la suerte de coleccionar obras –en este caso no obras sino camisas– desde los grados de soldado hasta general de división, pero ¿quiénes me las dieron? ¡Mis amigos!, a los cuales yo alerté de que no estaba autorizado por el alto mando militar político; pero me las dieron simplemente porque les dio la gana, y además porque eran mis amigos ¡y son mis amigos! Para decir algunos nombres, a los que conocen de Fuerzas Armadas Revolucionarias, puedo decir que tengo la camisa del general de brigada Harry Villegas Tamayo, del general de brigada Enrique Acevedo González, del general de división Samuel Rodiles Planas, de los coroneles… Eh, Maritza, si me ayudas con la memoria… ¡Elio Guerrero Ramos! y del amigo mío de Sagua la Grande, un comandante de Sagua que era el segundo del Che Guevara en el Congo. Bueno, no me acuerdo ahora ni de cómo se llama. [13] Tengo la memoria mala, me estoy volviendo viejo; ¡pero el que conozca de guerra sabe de estas cosas que estoy hablando! Bueno, quiero decirles, como profeta que soy, que los grandes coroneles y generales que me dieron sus camisas no han tenido ningún tipo de problema político y no han sido destituidos. Desde que me las dieron hasta la fecha tienen la suerte de Boffill, y no los quiero en problemas. ¡Quiero que estén ayudando a la Revolución Cubana, a Fidel y a Raúl y al Partido Comunista de Cuba! Yo te voy a hablar de lo que son las profecías. ¿Quieres profecía más grande que esta?, que por ejemplo, este compañero que está ahí, ¡mira, toma! (me muestra una postal), compañero Julio Lima Corzo, me dedica: “de Villa Clara, un pueblo haciendo Revolución”; me pone unas palabras: “Buró Provincial del Partido en Villa Clara”; lo firma y dice unas palabras del comandante Fidel Castro: “Las batallas se libran por un futuro”. ¿Quieres cosa más grande que yo iba caminando, y él iba al frente de una congregación grande en Sagua, y le seguían miles de ciudadanos, y me dice: “¡Boffill, usted aquí al lado mío!”, y me lleva a tirarle flores al río al comandante Camilo Cienfuegos, y resulta ser que pone su auto a mi disposición para que yo me traslade hacia la playa de Isabela de Sagua, y para que recorra todo el municipio y vaya a diferentes fábricas (la de chocolate, etcétera) y me trae luego aquí a casa? ¡Y a los pocos días lo hacen miembro del Comité Central del Partido, primer secretario del Partido! ¿Quieres cosa de profecía más grande que esa?, ¿eh? ¿Quieres cosa más grande? Que este humilde pintor, viejo y loco –según la gente– lo que quiere es que le den su amistad, y en cambio yo los amo y los quiero y no quisiera mencionar nueve o diez más ministros de Cuba y de otros países a los que les he dado suerte. ¡Le doy una suerte a la gente que me hace bien, que es algo serio! ¡Y a los que me hacen mal, les doy mala suerte!, pero no pido mala suerte para nadie.

Noel Guzman Boffill Rojas,Homenaje a Bragaman Sathya Sai baba (autorretrato)(2007),óleo sobre lienzo,140x100cm

Homenaje a Bragaman Sathya Sai baba (Autorretrato),(2007),óleo sobre lienzo,140 x 100 cm

YOB: ¿En qué otras situaciones se ha sentido profeta?
NGB: Yo he previsto muchas cosas: ciclones, uniones y desuniones, suertes y desgracias. A veces no quiero ni hablar porque cada vez que abro la boca es algo serio, y hay cosas que no se pueden estar contando porque son tristes y delicadas. Pero te voy a contar una dentro de esas cosas tristes. Hace muchos años, un presidente de la Asamblea del Poder Popular del municipio de Remedios, Raúl Santos Cámara, me dijo: “Si me buscas artistas, si me buscas escritores, si me buscas personalidades para traer a Remedios, yo te lo agradezco. Los buscamos en auto, los ponemos en el Hotel Mascotte, les damos las mejores atenciones, y así el pueblo tiene cultura”. Y así invité yo a uno de los grandes de la literatura cubana y universal, y le dije: “Óigame –y le hice así por el hombro–, ¡usted es un caballo!”. Al autor de “Caballo de coral”. ¿Se acuerda usted de ese autor?: ¡Onelio Jorge Cardoso! Y le hice una carta a la Uneac cuando trabajaba él en la calle 17 esquina a H, en El Vedado. Me parece que estaba al frente de literatura, y dijo que se iba a retirar y que se iba a dedicar nada más que a escribir. Pero conversó con el escritor cubano Miguel Martín Farto y le dijo: “Este individuo, Noel Guzmán Boffill Rojas, que me envió una carta diciendo que Dios y que esto y que lo otro… ¡Qué Dios ni Dios, si yo no creo en Dios ni nada!”. Y no creyó en Dios, y se retiró, y en menos de quince días Dios lo desapareció del universo. Yo no hubiera querido que hubiera muerto, ¡pero se lo llevó como nos va a llevar a todos nosotros! Es una de las anécdotas que hago, de que hay que tener mucho cuidado. Dios puede existir o no; puede existir para unos, puede que no exista para otros. Para mí puede existir y puede que no exista. Yo creo en él. Por si acaso, dejo tranquilo a Dios porque yo no quiero marcharme pronto, aunque sé que algún día tendré que marcharme.

     Noel Guzmán es grande entre los grandes porque encuentra la autenticidad en la expresión de sí mismo. Detrás de su carácter obsesivo y enérgico se esconde un sujeto a quien le molesta el ruido, temeroso del miedo, susceptible y desconfiado; que en el fondo prefiere la soledad para abstraerse; que encuentra en la familia su principal sostén; que sueña con visitar la Antártida y París o pintar en alguna isla desconocida; que ama la vida intensamente y es así como pretende vivirla.

NGB: Muchos dicen que estoy loco; pero otros muchos, u otros pocos, dicen que no lo estoy. Antes me ponía bravo. Era capaz yo en aquella época de coger a uno por el cuello –en el sentido figurado-. Me ponía bravo, me fajaba con ellos, les decía barbaridades. Hoy día no, porque en realidad cada cual tiene su criterio. Yo respeto el criterio ajeno. El que diga que estoy loco, bien, que lo diga. Pero ese no podrá decir –y si lo dice es porque es un canalla– que soy un mal hijo, que soy un mal esposo, que soy un mal padre, que no soy un ciudadano noble y bueno. ¡Se dicen cosas de Boffill, muchas cosas, malas: que estoy muy pelú, que estoy arrebatado!”. Bueno, ¿y acaso los seres humanos no tenemos derecho a ser locos? ¡Los locos también pueden vivir en esta sociedad, en el mundo! Yo, como soy, me siento contento. Me siento feliz, me siento realizado. Y no me importa. ¡Me da lo mismo que digan que estoy loco o que no estoy loco, y ando con el pelo así porque me da la gana! [14]

Yaysis Ojeda Becerra, Santo Domingo, 7 de julio de 2010.

 

Notas

[1] Yaysis Ojeda Becerra: «El aullido infinito«, Editorial Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2015, pp 101-121.
[2] Jean Dubuffet: “Las aberraciones”, Escritos sobre arte, trad. Melitón Bustamante, Ediciones de Bolsillo, Barral Editores, Barcelona, 1975, p. 44.
[3] Ellos también incursionarían en las artes plásticas.
[4] Yaysis Ojeda Becerra: “El caminante incógnito”, Signos, Santa Clara, No. 60, julio-diciembre, 2010, pp. 61-66.
[5] Posee una serie de camisas pintadas pertenecientes a altos oficiales de las FAR, entre ellos: el general de brigada Harry Villegas Tamayo, el general de brigada Enrique Acevedo González y el coronel Elio Guerrero Ramos.
[6] Denominación dada por el crítico de arte Orlando Hernández en el catálogo de la muestra “Un ángel de la jiribilla”, realizada en el Palacio del Segundo Cabo, La Habana, octubre de 1993.
[7] Es el caso de las muestras: “Para ti” (Uneac de Villa Clara, febrero de 2008), constituida por cien retratos de Camilo Cienfuegos en el aniversario cincuenta de su desaparición, y “En honor a tu gloria” (Galería Provincial de Arte, Villa Clara, 2009), también conformada por cien retratos, pero del comandante Che Guevara.
[8] El soldado Fidel (2006), premio del XXII Salón Provincial de Artes Plásticas y Diseño (Galería Provincial de Arte, Villa Clara); Bofill miró a Dalí (2008); Homenaje a Jesús (2010) y Homenaje a Lela (2010).
[9] Entre sus muchos autorretratos se destacan El ídolo (2010) y Homenaje a Sathya Sai Baba (2007). Con este último pretendía destacar la importancia del espermatozoide para la reproducción humana y obtuvo el premio por la obra de toda la vida en la decimotercera edición del Salón Territorial de Arte Popular en Villa Clara.
[10] En La virgen del Buen Viaje (2005) Boffill empuja fuera del lienzo una imagen resplandeciente, de impecables piel y vestido blanco, delimitados ambos por pastosas líneas trenzadas, que ayudan sobremanera a la transposición del blanco sobre blanco, posible solo con esta solución plástica. El blanco prevalece en la obra y es trabajado con total maestría; mientras, el mantón azul de la virgen rodea casi la totalidad del conjunto divino. La expresión facial de la madre resulta de una fascinación sin igual, al complementarse con labios en carmín, ojos de un extraño rosa, espesas cejas negras y marcadas pestañas.
[11] Según criterios de José Seoane Gallo, expuestos en el texto del catálogo de la muestra “Santa Clara divina, madre de Jerusalén”, inaugurada el 12 de enero de 2006 en la Casa de la Ciudad de Santa Clara. Esta exposición constituyó una retrospectiva de la obra de Boffill y fue dedicada al propio Seoane.
[12]  Expuesta en la muestra “Bururú Barará, ¿dónde está Boffill?”, Casa de la Ciudad de Santa Clara (agosto de 2009). Esta obra forma parte de la colección del Comité Provincial de la Uneac en Villa Clara.
[13] Se refiere al comandante Víctor Emilio Dreke Cruz (Sagua la Grande, 1937), hombre de larga trayectoria revolucionaria.
[14] Estas declaraciones coinciden con las que hace el entrevistado en el audiovisual Boffill (Ediciones Cronos, Villa Clara, 2006), del realizador Orlando Morales.