Trece mil quinientas y ninguna repetida: percepciones de Suso33

Pasó los dedos por las grietas que sobresalían del muro, le pareció ver formas que cambiaban a medida que las luces de los coches pasaban. Esperó dos, tres horas, hasta que solo estaba él, la noche y el silencio. Solía pasar con frecuencia por esta esquina que hasta no hace tanto era un edificio habitado, ahora demolido; y recordó a los que ya no estaban. Sacó de un tirón los sprays y empezó a esbozar sus ausencias sobre las paredes descarnadas en un acto de reivindicación social, unas veces con la derecha, otras con la izquierda, con movimientos performáticos llenos de contradicciones personales. Alguien se acercaba, era el momento de escapar y faltaba la firma: Suso33.

Esta pudo ser una noche cualquiera de las trece mil quinientas que acumula en sus desvelos, y que en buena medida han quedado reflejadas en su muestra personal, “espacio DISPONIBLE. Sin permiso… ¿se puede?” (Galería Odalys, mayo-julio, 2021, Madrid). Pareciera incierto que aún se tuviese que pedir permiso cuando de Arte se trata, y más si al proceder de las voces genuinas del inconsciente urbano, permite tomar el pulso del relato cultural en las sociedades de hoy, desde una estética visual de la inmediatez, en franca resistencia cotidiana a los regímenes de poder. Es el caso de la obra de este emblemático artista madrileño, que se desprende de objeciones y etiquetas para en la inflexión de una trayectoria, cuya base se fundamenta en el graffiti y el street art, proyectarse hacia la experimentación de nuevas prácticas en un continuo diálogo con lo contemporáneo. 

Apenas accedes a la galería, salta a la vista el marcado propósito de un ejercicio de introspección que delata las inquietudes del artista acerca de la relatividad de los espacios y su accionar en ellos; y asoman las dualidades puntuales en sus producciones: interior/exterior, matérico/virtual, público/privado, legal/ilegal; en tanto desde un sensible trazo hacia terrenos de lo conceptual, se cuestionan los intersticios de lo efímero y sus huellas en la memoria. Con el recurso digital se transgrede la realidad concreta y las piezas adquieren un sentido atemporal en tópicos recurrentes y superficies cambiantes, quedando al desnudo la fragilidad de cada instante, tras el acelerado ritmo de la vida.

Con la video instalación “tiempo DISPONIBLE” (2006-2021), el artista se desdobla en narraciones fugaces que se imponen ante el paso del tiempo y el inevitable destino a desaparecer: interviene durante quince años las calles del barrio de Puerta del Ángel y sobre los muros plasma las siluetas de sus ausencias, de los que estuvieron y de algún modo siguen estando; se impone desde la denuncia social con una reinterpretación de la historia de esa cotidianeidad abrumadora, que reduce al hombre a mero instrumento de un sistema que te utiliza, te doblega y finalmente te desecha. 

De un millar de intervenciones, se seleccionaron ciento sesenta y seis localizaciones, para conformar un archivo de imágenes tomadas por su dispositivo móvil, que a golpe de latidos se suceden y caen, para dar evidencia de un antes y un después. Te introduces en la secuencia fílmica con tu propio reflejo desde un espejo frontal, que te convierte en sujeto activo dentro del entramado urbano y la pieza en sí. Estás, lo sabes, integrando ese organismo donde se tejen las problemáticas de generaciones que piden respuestas y se cuestionan su espacio en la sociedad. Mientras, el artista sigue una dinámica sin orden fijo, signada por la improvisación, el azar y el instinto que recoge en una gigantesca cartografía, accesible también desde un código QR. 

Se describe un proceso en continua evolución y desde lo morfológico se aprecia el juego de contrarios, donde lo básico y crudo del dibujo sobre las paredes se integra armónicamente al elemento digital, para permanecer, gracias al recurso tecnológico. El vacío deja de existir, y se despierta en el transeúnte la mirada curiosa sobre un entorno de ilimitadas figuraciones, de presencias que se desvanecen y resurgen. El recorrido empieza en el interior de cada uno, en los mapas de la consciencia individual, y se enriquece con las múltiples lecturas, tantas como experiencias vividas.

Como en varias de sus intervenciones, una línea de horizonte atraviesa buena parte de la sala expositiva, dejando entrever las preocupaciones ontológicas que atañen al artista, y que pone en jaque el equilibrio emocional de los implicados. Hay un palpable cuestionamiento a lo corpóreo, a la existencia del ser y nuestra visión de la realidad; una línea vista desde la diferencia subjetiva de cada individuo, que plantea el boceto de ese paisaje íntimo donde otra vez somos las presencias, los protagonistas.

Por otro lado, los collages titulados “Susouvenirs” guardan cierto tono irónico hacia lo objetual en el arte, e incitan a llevarte un fragmento de esa ciudad intervenida por las pinturas de Suso33. En ellos, la escala humana resulta esencial en planteamientos reflexivos de proyectos aún en ejecución, que se suspenden por un punto de fuga hacia el infinito, en el endeble horizonte; y en estrecha relación con el material fotográfico, los dibujos de las siluetas se difuminan en el zigzagueo del gesto y se refuerzan con las sombras que corroboran su existencia. En estas obras, el universo susoniano adquiere una nueva dimensión con el prêt-à-porter, abierto a la democratización del Arte; y la constancia de los testimonios sobre soporte impreso, de una acción artística que revaloriza el contexto de la barriada. 

Llama la atención la compilación de material de cartelería en determinadas zonas intervenidas, tales como edificios abandonados y solares, que documentan la retroalimentación de un proceso de enfoque humanista, pensado para dar voz al otro, a partir de una exploración antropológica que destaca el ingenio popular de la comunidad a través de la palabra, y potencia sus rasgos identitarios. En cambio, los aerosoles utilizados durante la intervención en Puerta del Ángel son personalizados, y de instrumentos se transforman en piezas.

La serie “Pinturas Negras” por su parte, resulta una analogía necesaria dentro del concepto museográfico de la exposición, para comprender la praxis poética del artista. Devenidas de aquellas primeras sobre paredes corroídas por los efectos del clima, y fruto de una investigación en el medio natural que Suso33 realizara en Dufftown (Escocia, 2014); estas proponen una continuidad de percepciones numeradas que se antojan desgarradoras desde el riesgo que implica la seducción por la oscuridad, en eternos ciclos de búsquedas y soledades. 

Realizadas sobre ásperas texturas, incitan a la experiencia táctil, a la inmersión en estados del alma donde el miedo se descubre cual mecanismo de control y opresión. Las percepciones de Suso33 evidencian como en tiempos de frugalidades cuesta detenerse en el valor de esos pequeños momentos de profundidad emocional, que te extrapolan del caótico modelo de sobrevivencia del cada día; y son una invitación a sentir el grito salvaje de nuestro interior, a aprender a caminar con el dolor, a aceptar el lado de las sombras; y aún cuando la densidad del color negro te envuelva, entender su condición de actitud. La noche domina en las percepciones del poeta, que se desarma en versos sobre los muros de la ciudad y se sobrepone al delirio de escuchar sus vibraciones. 

Trece mil quinientas noches suenan a poco, si hablamos de una producción artística tan extensa y reconocida a nivel internacional. Y a menos sería considerar, que la galería Odalys haya sido el sitio idóneo para acoger una muestra del género, que, por su carácter novedoso y transgresor, se posiciona muy por encima del perfil convencional, rancio y tarequero de este espacio. Es lamentable, que un proyecto expositivo, cuyo propósito es la interacción con el espectador y romper las barreras de lo permisible en el Arte, apenas se pueda disfrutar, por los días de cierre de la galería y el reducido horario, típico de los espacios elitistas que nada aportan a las arterias culturales de la ciudad, con sus posturas demodé, enquistadas en la comercialización frívola y subordinadas a un toque de timbre, contrario por completo a la libre acción que promovía la muestra. ¡Total, que en el espacio DISPONIBLE, ni con permiso se pudo!

©Yaysis Ojeda Becerra

Investigadora y Crítica de Arte

Madrid, 28 de julio, 2021

Sobre la cuadrícula

Daniel Martín Corona, Estados de Revolución(Detalle), 2017

Basta la línea, el silencio, y un escorzo de ángulos para que Daniel Martín Corona (Madrid, 1980) establezca un espacio paralelo de profundos análisis objetuales, en cuyas bases reposan la simplicidad geométrica de los cuerpos, o las proyecciones planas de supuestos que ganan en contenido y volumen con los cambios de perspectivas. Nada escapa a ese imaginario, que traza desde el prisma visual de lo plural y donde los centros de reflexión varían en función del ojo observador. Pero esta vez, posiciona sus planteamientos con la selección de tres de las piezas que comprenden el programa On paper de la Galería Ángeles Baños para la décima edición de la feria Swab Barcelona.

En un gesto de aguda desmaterialización del objeto, Martín Corona transforma los elementos a través de una síntesis gráfica en la que el valor visual queda determinado más por la forma que por el contenido; planteando las directrices de un lenguaje centrado en los aspectos técnicos del dibujo; y de un cinismo capaz de revertir lógicas en pleno ejercicio de simulacro, a contrajuego con la actual era digital y la manipulación de códigos que conducen a realidades distorsionadas. Desde un plano virtual, despojado de referencias, el artista cuestiona esas realidades proponiendo construcciones puras, en las que articula relaciones de contraposición y encuentro para enfatizar en la capacidad ilusoria del medio e ilimitada del sujeto.

La cuadrícula milimetrada define con precisión los cambios de longitud y volumen; ejerciendo un control acuciante en tanto muestra las posibilidades infinitas de lo diverso. Sobre esta red de continuos microespacios queda abierta la eterna paradoja de lo material y verdadero con lo intangible y ficticio, desde posturas que no pretenden generar aciertos, sino inquietudes y reinterpretaciones. ¿Hasta dónde el individuo es consciente de la manipulación que ejercen estas redes –en la que entran los mass media, lo digital, lo tecnológico, los intereses financieros– sobre la cotidianeidad, sobre los espacios íntimos del ser?

Entre las obras que conforman el proyecto se encuentra You are the one, premio en “Generaciones 2016”, (Casa Encendida, Madrid) integrado por dibujos de geometrías en movimiento, que además de seguir una lógica vinculada al número uno, poseen la condición de ser únicos e irrepetibles al estar constituidos por elementos que funcionan como su propio certificado de autenticidad: marcas de agua, tintas invisibles, hologramas o micro impresiones; todos empleados en los sistemas de seguridad de documentos oficiales y billetes. En este caso, la técnica al desnudo pasa de medio a fin, de herramienta a resultado; y el artista asume el absurdo ante la obsesión por alcanzar una pretendida originalidad, en una época vulnerable y propensa a la reproducción y a la industrialización; hasta lograr la exclusividad en la obra con la completa seguridad de que no habrá, de ningún modo, otra igual. Su valor radica en ser indiscutiblemente auténtica.

En Vocación 3D (2016), Martín Corona busca un estado de equilibrio entre lo bidimensional y lo tridimensional; sobre la cuadrícula irrumpen poliedros que transfiguran el plano, y gestan un caos geométrico de aristas que sobresalen y se mueven hacia lo convexo; se replantea el rol del proyecto como fase intermedia; del proceso de creación como obra en sí; se transita en un universo que explora lo virtual desde un plano de inagotables transformaciones, en la que los contrarios confluyen en la organicidad de las formas materiales y abstractas sin abandonar el dibujo; mientras las líneas láser trazan un orden incierto, cambiante, frágil, de coordenadas inconstantes que atraviesan la morfología de la superficie y terminan estabilizando la composición. Se desarticulan así, los códigos de estructuras establecidas, que se revierten para crear nuevos planos reflexivos; el atisbo del verso, allí donde pareciera imposible.

Por otro lado en la obra Estados de Revolución (2017), el artista acude a lo lúdico como instrumento irónico para el comentario político, en un cuestionamiento del relato histórico. De ahí que haga girar sobre su eje la silueta geográfica de cinco países cuyos procesos revolucionarios cambiaron los rumbos de la historia de la humanidad: Francia, EEUU, Cuba, China y Rusia; con el resultado de un juego de revoluciones que a manera de peonza invita a la diversión. En esta serie de juguetes, realizados para la ocasión,[1] resulta significativo como el contenido adquiere cierto protagonismo e influye a modo de discretos apuntes, que cobran fuerza en el guiño político y filosófico; conservando la singularidad del acostumbrado influjo metafórico presente en las producciones del artista; y esa condición de espectador desde la que continúa creando circunstancias virtuales a partir del dibujo, o pequeñas revoluciones capaces de detonar los sentidos, por sus giros poéticos y las marcas que puedan dejar a su paso.

Yaysis Ojeda Becerra (Investigadora y Crítica de Arte)

Nota
[1] Guarda sus antecedentes con el proyecto Superficie de Revolución (2015), expuesto en el espacio Cruce, Madrid.
[2] Texto para el catálogo que acompañó el proyecto curatorial del artista, durante la X Feria Swab Barcelona. ©Yaysis Ojeda Becerra.

Daniel Marín Corona,Stand Galería Angeles Baños, Swab Barcelona Art Fair 2017, Premio DVK al mejor artista español.

Daniel Marín Corona, Stand Galería Angeles Baños, Swab Barcelona Art Fair 2017, Premio DVK al mejor artista español.

Chocolate con churros para la memoria

Decía un viejo amigo, que la mejor manera de conocer una región o localidad era por sus artistas populares; dada la sensibilidad que experimentan hacia el medio, desde la mirada de la nostalgia y en la preocupación por la conservación del patrimonio cultural. Estos artistas de formación autodidacta, suelen ser profundos observadores de un contexto cambiante que intentan retener en imágenes a modo de registros visuales. La obra de Luis Pérez Calvo (Madrid, 1962) se enmarca dentro de esta línea de resistencia cultural que en un gesto de romance con el pasado, pretende mostrar al Madrid más castizo, ese que vivió durante su infancia en los barrios de Lavapiés y Embajadores, al que se apega para traer los aires de otras épocas y hacerlos confluir con los actuales.

Cual conservador de la memoria de la ciudad, ha trabajado la cerámica, el dibujo caricaturesco, la pintura y el collage en piezas con claras influencias al Pop Art y la pintura neoyorkina de Philip Guston (1913-1980) que hace convivir en un punto de gracia junto a otras referencias derivadas del dibujante de historietas Francisco Ibañez (Barcelona, 1936), la estética del TBO y el cómic; además del fanzine de donde toma ciertos rasgos marginales en la composición y el empleo de recursos de bajo coste. El humor prevalece con el uso frecuente de la ironía, al crear situaciones absurdas en sus piezas, en ocasiones en una crítica explícita al consumismo, mientras aboga por aquellos productos nacionales con una vuelta a las publicidades que de niño le sorprendían por sus desorbitantes diseños.

LPC: Siempre me atrajo la publicidad, el mundo de los carteles, y la ciudad la llevo marcada en mi cabeza. Nací y me crié en Madrid y sigo viviendo aquí. Aunque mis padres emigraron a la ciudad, de pequeñito me iba durante la Semana Santa y los veranos al pueblo y lo pasaba fatal cuando tenía que regresar a Madrid. Me crié entre Lavapiés y el Portillo de la Arganzuela. Ahí pasé parte de mi infancia y juventud, entre el cine de la Sala Olimpia, donde está ahora el Centro Dramático Nacional Valle Inclán, y el cine Lavapiés que en sus bajos estaba El Molino Rojo: ¡ver las aspas luminosas del Molino Rojo por la noche era toda una sensación!; por  detrás estaba la Escuelas Pías, al ladito de La Corrala, donde se instalaba el Teatro Chino de Manolita Chen. Luego estaba el Mercado de Abastos de San Fernando y en sus bajos había una tienda de compra, cambio y venta de tebeos, novelas y revistas; que cuando acompañaba a mi madre a hacer la compra entraba con mi tebeo a cambiarlo y siempre elegía aquel de la portada más llamativa, no me fijaba en los títulos, me fijaba en la imagen de la portada y ese era el que cogía, ¡a lo mejor luego por dentro era un pestiño, pero si la portada me entraba por los ojos, con eso me bastaba! Estaban también en el barrio El Rastro y el colegio donde hice toda la EGB. Siempre me atrajo las películas de Serie B de ciencia ficción, por eso incluyo en mis obras estas cosas también; me atraían los carteles de las películas de karate, las de Bruce Lee; de monstruos, estaba la de Godzilla; y luego la de El Planeta de los Simios, todo eso me encantaba. Ah! el circo cuando estaba  en la Plaza Castilla; la feria  La Verbena que montaban durante San Isidro  más abajo, al lado del río Manzanares y luego la trasladaron junto al estadio Vicente Calderón. De chaval me bajaba a ver las atracciones y en especial a ver El Tren de la Bruja, que no sé porqué siempre me atrajo, creo que por los personajes, el mismo tren y el fondo musical, me hacían disfrutar mucho. Todo el colorido de la feria, sus atracciones, sus rodillos, sus barracas de tiro, todo ese mundo me fascinaba tanto que por eso lo traslado luego al papel y al lienzo.

YOB: ¿Por qué escogiste la línea estética del tebeo y del cómic para sostener el relato gráfico de tus piezas?

LPC: Los cartoons y los dibujos animados siempre me gustaron por su ternura, inocencia y los colores. Por ejemplo: cuando dibujo muchos coches, los grandes edificios, los atascos, las tuberías y demás, son de una etapa en que pasé gran parte de mi vida trabajando para una empresa de transportes de paquetería y el estar todo el día en la calle con el cabreo de los atascos, la gente malhumorada corriendo y andando de un sitio para otro en los trenes, autobuses, coches, metros, todo lleno por todos lados…fue entonces que quise trasladar ese caos a mis obras junto a la publicidad de mis temas favoritos, como se hacía en el TBO. De ahí que por ejemplo en la serie Hazañas Bélicas mezclara esa realidad caótica con la publicidad de el anís La Rizosa, el tabaco de liar Ideales, o el flan en polvo Chino Mandarino para hacer en casa, bueno toda un época de sueños y recuerdos.

YOB: Cuéntame sobre la exposición Looney World que actualmente presentas en la Galería Blanca Soto junto a Miguel Ángel Fúnez (Madrid, 1988). ¿Cómo surgió la idea de esta colaboración entre ambos?

LPC: Como fan de los cartoons, me gustaba mucho el trabajo de Miguel Ángel Fúnez. Nos conocíamos de vernos en las exposiciones y un día hablamos del tema, nos encantó la idea y entonces Fúnez le presentó el proyecto a Blanca Soto. Ella conocía mi trabajo porque antes me había invitado a participar en una expo colectiva que dio casi la vuelta al mundo: Alemania, Corea del Sur, EEUU, Portugal, Inglaterra…así que le gustó el proyecto y encantada nos los admitió. Estoy muy contento con la expo, con el montaje a modo de gabinete, a pesar del espacio tan reducido y nos gustaría hacer una segunda parte en otro sitio.

YOB: En cuanto al tratamiento del collage en las piezas que conforman la muestra, me comentaste que esta vez lo has trabajado con mayor énfasis, sobre todo en el tratamiento de los fondos.

LPC: Sí, lo he trabajado con más fuerza: mezclé varios papeles de distintas clases y texturas que fui pegando, para después pintar sobre ellos con acrílico, lápices de carboncillo y de colores;  luego agregué restos de tebeos originales de mi propia colección y apuntes míos de bocetos. En la serie de Porky añadí en cada uno, fragmentos del envase original del paquete de preparados para el chorizo, el lomo, la sobrasada y la butifarra, je, que es con lo que se hacen los preparados de cerdo aquí. Este envase se vende actualmente y aún conserva el diseño original con el que salió al mercado hace años. También utilicé fotos de épocas que me encontré tiradas en el suelo de un mercadillo de furtivos, son fotos de monumentos de París que las fui pintando e interviniendo con personajes de Looney Tunes.

YOB: Pero también has trabajado la cerámica…

LPC: Bueno yo siempre dibujaba y pintaba, y lo de la cerámica fue a través de mi primo José María Calvo –ya fallecido–, que vino a Madrid y se metió en un taller de cerámica de Móstoles, y cuando vi las piezas que hizo me acordé de los jarrones famosos de Keith Haring  y me dije “¡Anda pues mira, podría dibujar contigo!” y la primera imagen recuerdo que fue así, influido por aquellas cerámicas de Keith Haring, solo que él las pintaba y yo en cambio lo que hacía era que antes de cocer la pieza, la grafiaba y dejaba la imagen secar por dos o tres días, luego al cocerla quedaba la imagen grabada. Llevo tiempo sin trabajar la cerámica, pero pienso retomarla pronto con una muestra de jarrones que estoy organizando para este otoño.

YOB: Ahora, además de estar empeñado en proyectos como Historias Matritenses y Record Stores –donde intervienes las portadas de discos de acetato de diferentes géneros musicales–, continúas inmerso en la serie de Cromos de Artistas, en la que de cierta manera estás reflejando el ambiente artístico actual, y que también funcionan como apuntes de exposiciones y pequeños homenajes. Háblame más al respecto.

LPC: Lo de los cromos, lo empecé en forma de divertimento y a la vez para promocionar las exposiciones de mis amistades. Lo hacía en cuadernos donde mezclaba un poco de todo: música, expos y temas míos. Los cromos siempre me gustaron, me acuerdo de mi infancia cuando hacía la colección de los perros que daban con los Donuts; o aquellos álbumes de los productos de pastelería  Bimbo, que muchas veces me los guardaba el camarero del bar de abajo de casa, o los recogía del suelo, debajo de la barra cuando los clientes se comían el producto y echaban los cromos al suelo. Ahora siguen existiendo los cromos pero los que mayor éxito tienen son los de fútbol. Todos los domingos por la mañana en La Plaza Campillo del Mundo Nuevo en Madrid, se siguen reuniendo padres e hijos que van allí a cambiar,  pero ya no tiene el lado romántico que tenían en mi época, que habían cromos de películas, series de TV, de banderas de países, de muñecas, de plantas y animales, de aviones, etc. Y pensando en esa época decidí  titularlos “Cromos de artistas”. Mi idea es llegar a los 300 o más, donde van a estar desde gente muy joven hasta gente consagrada, míticos, grandes desconocidos y grandes maestros,  será una mezcla de todos: Caravaggio, Jonathan Notario, Mateo Maté, Sonia Delaunay, Alfredo García Revuelta, Roberto Massó, Oscar Seco, Olaf Ladousse, Paco Pomet, Marina Nuñez, Illan Arguello, Teresa Moro, Patinir… Y sí, algunos serán homenajes que anteriormente también había hecho pero para proyectos distintos, entre ellos a la Galería Leo Castelli; y a Warhol, con el famoso jabón y las latas de sopa Campbell. En los cromos estarán amigos y otros que no lo son, pero que admiro mucho sus trabajos. Aún no sé cómo terminará esto.

En Pérez Calvo hay una intención de preservar escenas urbanas del recuerdo, de ilustrar los valores identitarios del Madriz de antaño. Posee la humildad del artista de barrio que se enorgullece al caminar cada día, por las mismas calles que le han visto crecer; de ahí que traduzca sus remembranzas en fantásticas historietas con la noble intención de proponer la alegría, la imaginación y el color como remedio a la creciente vorágine de una capital de estresante dinámica; en el horror vacui que anima parte de sus producciones, es posible encontrar desde objetos antropomorfos, siempre dispuestos a la broma, ciudades del futuro saturadas de robots y máquinas, superhéroes en los mercados o en servicios a domicilio, sándwiches vendidos por el propio pan, y hasta pipas, caramelos, y chocolate con churros para la memoria.

Yaysis Ojeda Becerra (Madrid, agosto, 2017)

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Uno, dos, y listos para el despegue

Dos años me parecían poco cuando revisaba el trabajo desarrollado por Atelier Solar a partir de su fundación en el 2015; y es que desde entonces ha sido un proyecto centrado en dos premisas básicas que le han permitido avanzar a pasos agigantados: la constancia y la interacción; ambas conducidas con total intencionalidad por su director Daniel Silvo (artista y comisario); y distinguibles también en la muestra colectiva Atelier Solar II que reúne el resultado de un provechoso periodo de intercambio y aprendizaje.

En esta muestra, abierta al público el pasado ocho de abril en Espacio Trapézio y comisariada por Sofía Fernández, convergen las variadas propuestas de una selección de artistas que integran actualmente el proyecto, entre ellos: Marcel Sánchez Manzano, Laura Tejedor, Isabel Álvarez, Magda Arnaud, Palmira G. Q., Johanna Hincapié, Rocío M. Gorbe, Federico Miró, Diana Velásquez, Carlos Romano, Victor Ripoll y Laura Navarro.

Algunas de las piezas se exhiben por primera vez o constituyen nuevos rumbos a explorar; es el caso de los lienzos de Palmira G. Q, quien sorprende con un giro estético y en la incursión de una temática en la que deberá adentrarse con mayor profundidad, aunque ya es de aplaudir el contraste de los recursos formales que utiliza para la concepción de sus obras. Otras en cambio son el resultado de la continuidad de una línea definida e in crescendo, en la que se sitúan: Isabel Álvarez con la serie A Rootless Foundation (2017) en la que insiste en desentrañar la capacidad ilusoria de la  pintura mientras se recrea en el divertimento con soportes y texturas, en tanto relativiza sus funciones morfológicas; Carlos Romano que desde una mirada casi chamánica continúa en la fusión de lo figurativo a la abstracción geométrica, en su lienzo Frontera (2017) el misticismo del paisaje asoma al intercalar planos de marcado diseño en binomios que se contraponen: color/vacío, naturaleza/industrialización, vida/muerte, hasta quedar finalmente atrapados en la imagen poética que propone; Víctor Ripoll, que opta por el videoarte y la performance como medio de expresión, desde un discurso crítico centrado en la reflexión de situaciones absurdas en las que nos vemos envueltos en nuestra sociedad; en su pieza Silencio administrativo (2017), Ripoll desmonta lo ridículo en una idea concreta, directa, despojada de elementos narrativos, con ese sentido del humor que le caracteriza y emplea con fluidez e ingenio; por otro lado Federico Miró presenta la serie La densidad de la urdimbre (2017), en ella se hace evidente el acierto de un sello personal signado por la voluntad del oficio. Federico juega a las apariencias con un logrado producto visual que distorsiona certezas en superficies bicromáticas de confuso glamour y simulacros de texturas, donde las metáforas del inconsciente fluctúan y se decodifican tras la recreación autómata y atemporal del fragmento brocado. Aprovecho la ocasión para apuntar hacia la obra de este joven creador, por lo fresca y despojada de artificios que resulta su propuesta para la actual pintura madrileña.

Pero ¿qué es Atelier Solar? Si desandamos el trayecto y las implicaciones de Atelier Solar en lo que ofrece a sus integrantes, nos percatamos de lo coherente de su concepción. Atelier Solar conecta a los creadores que va guiando, con mediadores, promotores y críticos. Permite con una metodología abierta ‒pero bien enfocada‒  ese intercambio fértil que precisa toda obra de arte para su desarrollo, en la confrontación de criterios a través del diálogo inteligente, frente al espacio expositivo, la escena pública, o en el roce necesario y comprometido con un contexto sociocultural ávido de reciprocidad.

En esta confluencia, fomenta la colaboración con proyectos personales de otros creadores, como fue el caso de la muestra Negros Painting del artista Kristoffer Ardeña en Espacio Mínimo (Marzo – Mayo 2016); o la integración a proyectos colectivos como HYBRID Festival (Septiembre 2016); TAZ (Temporary artistic Zone, Octubre 2016) junto a Art Batallion (grupo  fundado por el artista Alvaro Borobio); Atelier Sevilla, pieza colaborativa de Daniel Silvo para la muestra ¿Qué sienten, que piensan los artistas andaluces de ahora? (Noviembre 2016 – Marzo 2017); o la participación en la feria JustMAD8 (Febrero 2017)  con la representación de tres artistas de Atelier Solar, por solo mencionar algunos ejemplos.

Me gustaría señalar el rol que Atelier Solar le otorga a la crítica de Arte al sostener dos espacios asiduos para la misma, por una parte están las Sesiones Críticas con una frecuencia semanal y donde participan prestigiosos artistas, críticos y comisarios en el debate de obras, ideas y problemáticas que atañen al artista de hoy; y por otra, Radio Solar con una función comunicativa y de promoción, enfocada hacía el público exterior con la publicación de entrevistas, ensayos críticos y otros materiales especializados. Ambas iniciativas dirigidas a enriquecer intelectualmente el proyecto que además se nutre de talleres, conferencias y presentaciones de libros. Este acercamiento sistemático a la crítica de Arte cual ejercicio y herramienta de trabajo, constituye un significativo logro de Atelier Solar, al establecer esa justa correspondencia de bastón de apoyo que debe tener la crítica con los creadores y sus obras: con él, te puedes levantar, golpear, pero no caer.

Para no extenderme en disertaciones entorno a las claves sobre Atelier Solar, considero mejor acudir a las referencias del autor de esta especie de cofradía, un conocedor de los puntos flacos del proceso de formación artístico y del panorama visual en Madrid ¿Qué es Atelier Solar para Daniel Silvo?

DS: Es una obra artística. Atelier Solar es un plató de televisión donde tiene lugar el rodaje de una serie de actividades más o menos improvisadas e imprevisibles relacionadas con la creación artística. Hay unas sencillas premisas, como son la discusión, la elaboración de proyectos artísticos, la puesta en común de ideas y el aprendizaje compartido, pero las manifestaciones de estos fenómenos pueden tomar formas muy diversas, como son Radio Solar, participación en ferias de arte, organización de charlas y coloquios, talleres, intervenciones site-specific o coordinación de eventos culturales de diverso tipo. Lo único que es inamovible en Atelier Solar son las Sesiones Críticas semanales que sirven para que el grupo ayude a crecer a cada uno de los proyectos artísticos de cada participante. Otro de los elementos clave en este espacio compartido es la biblioteca, de la que echamos mano cada vez que aparecen referencias a artistas o a ideas estéticas en nuestros encuentros formales o informales.

Todo eso genera una imagen en movimiento que los públicos o las personas que están más o menos involucradas en estos proyectos perciben como Atelier Solar. Como decía en el texto curatorial de la primera exposición anual de Atelier Solar en Trapézio, “Atelier Solar es una pista de pruebas, una estación espacial, una placa de Petri, un castillo hinchable, una granja-escuela, una ruina romana, un plano conceptual, un power point con sonido, una palmera, un juego de rayuela, un laboratorio de pinzas…”

Atelier Solar se posiciona, luego de esta etapa de arrancada, dentro del entramado de espacios no institucionales que cada vez adquieren mayor protagonismo y credibilidad en el ámbito cultural de la ciudad. Para aquellos que decidan emprender el despegue en esta gran pista de pruebas, el buen piloto no les faltará, sumado a la temprana madurez de un proyecto que empieza a consolidarse, con la mira puesta hacia nítidas coordenadas en sus horizontes.

Yaysis Ojeda Becerra (Madrid, 9 de mayo 2017)