Paisaje interior con autopista: de Chullima a Zaza

 

Proyecto Viaje Infinito, Wilfredo Prieto. Taller Chullima (Imagen Cortesía Estudio Wilfredo Prieto)

Proyecto «Viaje Infinito», Wilfredo Prieto. (Imagen Cortesía Estudio Wilfredo Prieto)

Lo posible depende en gran medida de la capacidad del sujeto para plantearse los territorios y límites de sus propios horizontes. De modo que la interpretación del contexto sociocultural y político, viene dada por una serie de acciones y juegos emocionales de significación; y son nuestros paisajes interiores los encargados de negociar con ese contexto el diseño de nuevas realidades. La construcción de lo posible es el título de la XIII Bienal de La Habana, que en esta edición se proyecta hacia los paisajes interiores de la Isla; a los ambientes artísticos de las provincias de Cienfuegos, Pinar del Río y Sancti Spíritus; incluyendo a Zaza del Medio como parada para el proyecto de escultura y paisaje social Viaje Infinito, del artista cubano Wilfredo Prieto.

Pero desde su estudio, conocido por su formato de trabajo fuera de lo convencional, se generaban también otros paisajes. Con el proyecto Taller Chullima se abrían las puertas hacia una metodología colaborativa, en función de la búsqueda de proyecciones novedosas dentro del lenguaje de lo contemporáneo; y se mostraba el proceso creativo cual obra en sí, fragmento esencial de experimentación, pensamiento, y retroalimentación de factores interdisciplinarios. Chullima rompía esquemas, al fomentar a manera de sistema ocasional, el encuentro en un mismo espacio y tiempo de destacados creadores, chefs, científicos, arquitectos, diseñadores, y comisarios, junto a vecinos del barrio; mediante varias experiencias artísticas que fusionaban el ejercicio intelectual con lo comunitario, y hacían de lo posible un hecho.

Entre los proyectos que proponía Taller Chullima estaba Jardines que no existen. Por más de un año el arquitecto mexicano Alberto Kalach(Ciudad de México, 1960), en colaboración con el estudio cubano de arquitectura Infraestudio, reformularon los espacios urbanos de La Habana imaginando futuros jardines; trazando nuevas áreas verdes, que reestructuraran la trama de la ciudad y potenciaran zonas públicas de esparcimiento. Tomaron notas y fotografías de la estética popular que se imponía en materia de jardinería, muestras de los sitios abandonados; y recopilaron el material que para esta ocasión, configuró una especie de micro jardín interior con apuntes de ideas, mapas, piedras naturales y zeolita, dentro del taller.

En la acción para-teatral Paradox-Parade (Dadoredondo II), el artista conceptual Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948) ofrecía su mundo objetual de constantes interpretaciones críticas; en tanto el director de teatro Joan Baixas (Barcelona, 1946) lo reelaboraba en una síntesis dramatúrgica de absurdos y contradicciones. Los objetos conducían el espectáculo visual, e influían sobre el actor que se dejaba llevar por la simbiosis de la técnica escénica y el lenguaje plástico; la improvisación y el performance llevaban a la experiencia sensorial del público, en un desfile narrativo de instalaciones y gestos que aludían al pasado industrial del taller, al entorno cercano y sus problemáticas sociales. Arte y teatro confluían en una puesta en escena de imágenes poéticas y reflexivas, que fijaban el punto de mira en las sociedades contemporáneas, en la necesidad de nuevos paisajes.

Mientras todo esto ocurría, las artes culinarias también ocupaban la atención del público, en el devenir del taller como espacio de convivencia e investigación cultural hacia este terreno. Con la plataforma Cocina Extendida, se ofrecía la presentación de renombrados chefs cubanos. La chef Sahily Romero Mauri con el proyecto La Bandeja, exploraba la memoria colectiva de los asistentes con deliciosas recetas, que indagaban en nuestra herencia culinaria y en aquellos platos que marcaron generaciones de cubanos. El menú sobre las bandejas y jarros de aluminio y la disposición del espacio a manera de comedor, devolvían el ambiente obrero al viejo astillero, a los años de insaciable hambruna, de becas y servicio militar. En cambio el chef Rauli Basuka con Cuba-Matrix-Grados, se interesaba por el sentido lúdico del acto de comer, bajo el principio del descubrimiento; y provocaba que cada sujeto experimentara un viaje interior con los sabores y olores, para luego desarticular los componentes lógicos y subjetivos que intervenían en la digestión.

Con la intención de mover el debate alrededor de la importancia de las prácticas curatoriales, tuvo lugar el panel Decir, Callar, Mostrar. Conformado por prestigiosos curadores y críticos que compartieron sus inquietudes y opiniones, ellos fueron: Ferran Barenblit (Dir. MACBA, Barcelona), Jorge Fernández (Dir. MNBA), Nahela Echavarría (Casa de las Américas, La Gaceta), Cristina Figueroa (Casa de Las Américas, Estudio Figueroa-Vives), Direlia Lazo (Havana Art Weekend), Gretel Medina (CDAV, Salón Arte Cubano), Anamelys Ramos (ISA, curadora y crítica independiente) y Sandra Sosa (curadora y crítica independiente). Las polémicas rondaron sobre el valor de la curaduría cual generadora de relatos visuales; sus vínculos con las instituciones culturales y autonomía; el espacio que ocupan los curadores dentro del contexto cubano y sus proyecciones internacionales; la responsabilidad estética y ética. Estos y otros temas relacionados, aportaron precisas coordenadas ante el panorama de la plástica cubana de hoy.

Siete años dentro de un enriquecedor proceso de aprendizaje colaborativo, lleva Wilfredo Prieto con la pieza escultórica Viaje Infinito: una autopista a escala real, de un kilómetro de longitud, un paso elevado y el recorrido cerrado en forma de símbolo infinito; que será emplazada en las proximidades de Zaza del Medio. Es el primer proyecto del artista donde intervienen tantos factores ajenos al dominio artístico; con la inclusión de investigadores de distintas ramas de las ciencias y profesionales de la construcción. Por lo que era imprescindible mostrar ese proceso de intercambio con el Arte, y Taller Chullima resultó una especie de centro de información e investigación del proyecto.[1] De ahí que se compartieran las experiencias con algunos de los profesionales implicados, entre ellos el Dr. Fernando Martirena (Dir. CIDEM de la Universidad Central de Las Villas), quien actualmente desarrolla el cemento ecológico LC3,[2] que por sus cualidades será utilizado en la construcción de la pieza. Para la que se han realizado numerosos estudios topográficos y medioambientales; que incluyen el ecosistema de la zona, los ciclos de cultivo y la implementación de métodos de agricultura sostenible. Se exhibieron los bocetos, la maqueta y los planos, de lo que pudiera considerarse una de las mayores obras escultóricas a punto de realizarse en Cuba, debido a lo monumental de la propuesta y a las nuevas implicaciones socioculturales que traería la intervención del paisaje en esa localidad.

Proyecto Viaje Infinito, Taller Chullima. (Imagen Cortesía Estudio Wilfredo Prieto)

Proyecto «Viaje Infinito», Wilfredo Prieto. (Imagen Cortesía Estudio Wilfredo Prieto)

Una autopista sin inicio ni fin, un recorrido horizontal, sin metas a las que llegar; solo el tránsito interminable, el vértigo de una utopía hecha realidad; una maquinaria de constantes ir y venir, de ciclos interminables de vida; una autopista que reta a la antinomia kantiana y cita el Eterno Retorno de Nietzsche; que cuestiona las estructuras básicas para insistir en un pensamiento que transgreda lo establecido por la razón; que desestima los modelos repetitivos de consumo, implantados por las sociedades contemporáneas, donde se pierden las nociones de pertenencia y se difuminan las identidades, en el peso de las soledades urbanas. Viaje Infinito dirige la mirada hacia los desplazamientos de los centros hegemónicos de poder; hacia la periferia, lo suigéneris; al medio rural, portador de una idiosincrasia sustentada en la tierra y la naturaleza; a las fuentes potenciales de valores humanos.

Viaje Infinito, es el regreso a las raíces, el encuentro del artista con su propia esencia, la vuelta a la tierra natal con un megaproyecto escultórico cuya repercusión artística e impacto cultural recolocarían a Zaza del Medio en la geografía cubana; y quizás empiece a verse en el mapa otro poquito más grande que el Louvre.[3] Es el Arte en diálogo con la naturaleza y el paisaje social; como herramienta transformadora dentro de un proceso de socialización sin precedentes, en esta región desfavorecida por el éxodo rural; como catalizador de iniciativas pensadas desde lo colectivo y lo autóctono de la comunidad. Por otro lado, con esta obra se pretende descentralizar el papel de las instituciones y museos, al desplazar la atención hacia un paisaje local, que será el escenario y soporte de la práctica artística; donde la integración armónica con el entorno y la participación activa del público, conformarán una parte sustancial de la misma.

Proyecto Viaje Infinito (Imagen Cortesía Estudio Wilfredo Prieto)

Proyecto «Viaje Infinito», Wilfredo Prieto. (Imagen Cortesía Estudio Wilfredo Prieto)

Por lo general, en las producciones visuales de Wilfredo Prieto el gesto cotidiano resulta el fundamento teórico para llegar a una poética de interrogantes. El artista suele tomar detalles mínimos de la realidad para hablarte de ella; tras un absoluto rigor en la selección morfológica de los elementos, que entran en sintonía con el espacio; y con la unión de contrarios, que acentúan las tensiones y sutilezas en la imagen: pequeños gestos y grandes reflexiones, lo perecedero y lo efímero, la sorpresa en lo ordinario. De tal modo que contenido y forma detonan códigos de comunicación con la menor cantidad de recursos. Con cierto tono, que se mueve escurridizamente de lo vernáculo a lo universal, se abordan tópicos puntuales: la economía, la política, la estética, las contradicciones filosóficas, el lugar del sujeto dentro de un contexto, la dinámica deshumanizante de las sociedades actuales; el absurdo, y el show del consumismo desmedido.

En Viaje Infinito entran nuevos argumentos, no hay mínimos ni contrarios, y la realidad es transformada con la materialización de lo insólito: una autopista sin límites de posibilidades. Más allá de las lecturas semánticas del símbolo, las afortunadas referencias con el Land Art[4] o la monumentalidad de lo escultórico, la pieza crece por sus implicaciones colaborativas, su enfoque comunitario y su carácter autorreferencial. El artista salda una deuda con el lugar que lo vio nacer y queda al desnudo su naturaleza local, un paisaje interior en conexión con sus orígenes, con el sitio al que regresará infinitamente.[5]

 

Yaysis Ojeda Becerra

Crítica e investigadora de Artes Visuales

(Madrid, abril 2019)

 

Notas:
[1] Con anterioridad, el proceso de inicio de este proyecto fue exhibido a través de dibujos y maquetas, en la muestra colectiva Itinerarios XXI, Fundación Botín (Santander, España, 2015 ); y premiada con la Beca de Artes Plásticas (2013), de la propia fundación.
[2] Este material es una alternativa al cemento ordinario con demostrados beneficios para el medio ambiente, debido a la reducción considerable de emisiones de carbono a la atmósfera y sus bajos costos de producción.
[3] Parafraseando a Wilfredo Prieto en uno de sus apuntes. Cuaderno Viaje Infinito, impreso a propósito de la XIII Bienal de La Habana, Cuba, abril-mayo, 2019.
[4] Vale mencionar entre varios ejemplos, a Robert Smithson (New Jersey, 1938 –Texas 1973) con Spiral Jetty (Utah, 1970); y de Michael Heizer (California, 1944), Tangential Circular Negative Line (Suiza, 2012). Ambos artistas, considerados pioneros del Land Art.
[5] Texto publicado en la revista Art On Cuba, número 21, 2019. ©Yaysis Ojeda Becerra.