Solo una rara avis con la sensibilidad de Lidice Megla (Villa Clara, Cuba, 1968) hubiera sido capaz de empujar fuera la bestia que lleva dentro, para hacerse eco de la palabra hacia el género femenino. Allí donde sus voces pudieran perderse en historias de emigración, olvido y coraje, estaban sus versos desempolvando la memoria (...)