CONVERSACIÓN CON DAMIÁN VALDÉS DILLA

El vacío le angustia, se anuda las botas, salta por la ventana y queda estático en el aire. ¿Duerme?, ¿se ha despertado?, ¿imagina? Está suspendido a una altura desde donde puede visualizar escenarios sin apenas horizontes. Empieza a flotar, extiende los brazos y roza con la punta de los dedos la superficie del papel. La ausencia de elementos le perturba, necesita llenar los espacios. El vértigo le hace voltear la mirada, mientras dibuja a bolígrafo con líneas precisas. Damián Valdés Dilla[1](La Habana, 1970) teme caer, aunque sabe que no tocaría fondo. Tantas veces ha caído, que ha perdido el sentido del arriba y el abajo, del dolor al golpe, del qué puede ser levantarse. 

La nada le abruma. Se agita y ya no es por la luna llena. Ha logrado controlarla y no supo si fueron los fármacos o la sumisión ante el resplandor. Ha sabido evadir su impecable blancura con la anulación de cualquier atisbo de elementos celestes. ¿Existe él o es la nada que lo ha envuelto? El miedo del paciente a no reconocerse le consume. Es la nada, el vacío, y es cuando empieza a dibujar cada centímetro cuadrado del papel, a desdoblarse en imágenes oníricas de metrópolis sin fin, y en tantos personajes como pueda imaginar; es él en el estampido de las bombas, los ruidos de los coches, los tiroteos, las sirenas de los bomberos y los barcos. 

Del salto al vacío surgen las ciudades, en esa necesidad de proyectarse sobre ellas, de multiplicarse, de reafirmar su existencia durante el momento de la creación, de liberarse de miedos. Damián sufre el entorno urbano como espacio físico que le resulta hostil, agobiante. Descarga sus fobias en tintas sobre cartulinas, las hace notar, quiere que las experimentes del mismo modo; que percibas la invasión sonora, íntima, el riesgo de la dispersión de tu propia personalidad. Nos mantiene expectantes en composiciones de planos generales, donde la narración logra un ritmo continuo de acciones de un extremo a otro del cuadrante, en secuencias cinematográficas que agudizan la tensión del entramado de calles y edificaciones; y otra vez, nos volvemos testigos de un caos de sucesos programados por el artista.

Sus estados de ánimo condicionan los ambientes: los pacíficos saldrían fuera en días de sosiego, los bélicos –en cambio– develarían tempestades internas. Se mueve de unas a otras con total fluidez, en un juego infantil construido por un observador que permanece atento, desde distintos planos aéreos. Se advierte cierta inocencia en la gracia y disfrute por el dibujo, sin otra intención que la de encontrarse a sí mismo. 

YOB: ¿Cuál fue el detonante de las ciudades?

DVD: Un día me levanté y dije: “Voy a hacer una ciudad bélica, lo más bélica posible”. Tenía una revista que se llamaba La Guerra y la Paz, donde salían todos los modelos que existían de aviones y helicópteros, y me ponía a dibujarlos. También veía las películas de guerra y las noticias sobre los conflictos entre países. Los dibujaba por la tensión con las guerras que se vive en el mundo. Recuerdo cuando la Guerra del Golfo, y de aquella tensión que todos vivíamos en Cuba desde las noticias. La gente estaba nerviosa por lo que fuera a suceder. Teníamos miedo y eso nos paralizaba, nos mantenía expectantes.

Luego, las pacíficas las hago pensando en lugares de paz, quizás por los espacios de tranquilidad que todos necesitamos. Hay quienes me piden una ciudad pacífica porque les atormenta la cantidad de cohetes que pinto en las que están en guerra. Es como si estuviera haciendo una película y hasta les pongo yo mismo el sonido. Si hay un avión volando, cuando estoy dibujando, me pongo y hago el sonido del avión: “Frmmmmm”. Si hago cohetes volando que acaban de tirar de una catapulta, hago: “Pfffffff”; y en las pacíficas hago el sonido de las motos, las explosiones las verbalizo: “Prooomms”. Todo eso me entretiene y me saca fuera de mi realidad. Es un juego también sonoro.

YOB: ¿Y en cuanto a la disposición de elementos?

DVD: En los trabajos de guerra, hago como si estuviera filmando una película bélica, ¿cómo pongo el cohete en posición de disparo? Voy calculando el cohete en dirección a un punto de distancia, algunos no sé adónde van a parar porque no defino objetivos, pero otros van directos a helicópteros y aviones. Se ve la dirección de disparo por las líneas que hago. En las pacíficas prefiero que se vea el recorrido de los peatones, de los choferes, de manera coherente; que se vea cómo doblan las calles, los semáforos, los carritos de bomberos que van a apagar un fuego, mientras también hago con la boca el ruido de la sirena llegando al lugar.

YOB: Percibo que por lo general utilizas los mismos materiales y soportes en los dibujos de ciudades y, además, empleas una paleta básica de colores. ¿Esto responde a algún significado especial? ¿De qué depende? 

DVD: Bueno, eso parte de la necesidad. Un bolígrafo aparece dondequiera. No es como tener que salir a buscar óleos y acrílicos. Les he cogido apego a los bolígrafos y a los lápices de colores, me siento bien con ellos. Son baratos y se consiguen fácilmente. Los colores los uso para llamar la atención en zonas específicas. Por ejemplo, el rojo, que para mí significa fuerza, lo pongo en el fuego, al igual que el amarillo. Me encanta hacer cartulinas solo en tinta azul porque son muy relajantes. Me relajo con el azul y me divierto. En cambio, cuando las hago en color negro me altero un poco. Una vez me atreví a hacer ciudades en tinta roja y cuando terminé y me levanté todo lo veía violeta. Algo me hicieron en la vista. El médico me suspendió que las hiciera porque me afectaban el cerebro y ya anteriormente había tenido un infarto cerebrovascular.

YOB: Cuando observo tus ciudades, tengo la sensación de que las sobrevuelas…

DVD: Claro, cuando estoy dibujando me siento el piloto del avión. No el pasajero, porque lo estoy dirigiendo, disparando un cohete, o soltando una bomba. Y si dibujo una moto soy el chofer, no el que va detrás sentado con la metralleta en la mano. Todo lo vivo en carne propia. También si dibujo una guagua, soy el chofer abriendo y cerrando las puertas. Pero no me imagino haciéndolo de verdad, porque no pudiera ni pilotear ni montar un avión, y mucho menos una moto. Cuando dibujo un hombre en la azotea, soy ese personaje y el que está en la ventana mirando. Soy, en el dibujo, casi todos los personajillos que se ven durante el momento de dibujarlos, y después de terminarlos me olvido de ellos.

La construcción de sus ciudades responde al eclecticismo de arquitecturas que se mueven entre lo imaginario y lo real; de trazados mentales influidos por el cine y la literatura, donde lo ideológico asoma en guiños con sucesos relacionados al entorno sociopolítico que ha vivido desde que era un niño. Damián lleva en el inconsciente la paranoia de invasiones y enemigos, que por más de sesenta años ha calado en once millones de sobrevivientes; y por otro lado, desde el humorismo, asume la diversión de situaciones ficticias, que por instantes le hacen alejarse de la cruda cotidianeidad de apagones, hambrunas, goteras, falta de medicamentos y medios de transporte, entre otras tantas necesidades materiales.

Del mismo modo, se aprecia en el planteamiento de las urbes cierta curiosidad por lo foráneo, lo desconocido, lo nunca antes visitado, frente a la imposibilidad del viaje que condiciona al cubano de hoy.

DVD: La idea de viajar no la tengo en mente de manera directa, es que me chocaría verme dentro de un avión, no sé cómo sería eso. Tendría que entrar con cuatro diazepam para poderme montar en avión. Ya no pienso en viajar, aunque de muchacho sí, cuando aquello de los balseros en los noventa huyendo del país, que por poco me voy. No me fui porque tenía al hijo mío acabado de nacer. Eran momentos duros, uno estaba con el ansia de irse ante tanta necesidad. Si algún día viajo, felicidades, pero no lo tengo como algo específico. Creo que me es difícil pensar en volar por los temores que me da la enfermedad, por el pánico de verme dentro de un carro, dentro de un avión, o de un helicóptero. No puedo hacer esas cosas, psicológicamente me pongo en shock de solo pensarlo, es como si dibujara desde mis temores, tratando de aliviarlos.

YOB: ¿Has pensado que sucedería si pudieras viajar?

DVD: He soñado despierto una pila de veces y me digo: “¡Coño, me voy a ir de este país que me tiene más loco cada día”. Ahora, si ocurre, el lío va a hacer cuando me vea dentro de un avión, que aunque me quiera bajar no voy a poder hasta que termine la travesía. No aguanto más de veinte minutos metido en una guagua, en un carro, y menos aguantaría en un avión. El pánico a volar es más fuerte que mis ganas de viajar o irme de este país. No pudiera, no puedo.

Luego, me pongo a pensar en el deseo de viajar de la gente a mi alrededor. Veo que la gente siempre está viajando. Ahora mismo se van muchísimos de un tiempo a esta parte. Para los demás, montarse en un avión es más fácil que montarse en un bus en La Habana. La gente viaja y salen del país atrozmente. Todos los días me entero de alguien que se acaba de ir. Es mucho esto. Todos se van. ¿Quiénes quedaremos? (…) / (2)

YAYSIS OJEDA BECERRA/ critica e investigadora de arte


Notas

[1] De niño dibujaba caricaturas e inventaba sus propias historietas. Dejó los estudios siendo un adolescente cuando empezaron los episodios de esquizofrenia y tuvo que buscarse la vida en lo que pudiera. Un día empezó a construir maquetas a gran escala de trozos de madera, que a modo de instalaciones representaban fábricas y bases militares. Luego le siguieron sus ensamblajes: esculturas de artefactos voladores que realizaba con cables, bolígrafos, pedazos de equipos electrónicos, juguetes y chatarra. Ante la dificultad en obtener materiales y almacenarlos, vinieron los dibujos a tinta. En la actualidad, permanece medicado y sufre episodios de pánico. Sus obras están presentes en prestigiosas colecciones de art brut, entre ellas, la Colección Treger Saint Silvestre de Portugal y el Centro Pompidou de París.

(2) Fragmento de la entrevista realizada al artista Damián Valdés Dilla para el monográfico Juego de Guerra, (Yaysis Ojeda Becerra & Damián Valdés Dilla, Rialta Ediciones, FluXus, 2023).

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