Admito que me agobió la distancia entre Móstoles y Madrid. Suponía el sitio más cercano y la distancia se me hacía larga mientras pasaban los minutos en el tren. Me había propuesto dedicar aquel viernes de marzo de 2015, a la obra de Carlos Garaicoa (La Habana, 1967), un consagrado del arte cubano y latinoamericano, cuya obra me llamaba la atención desde sus primeras incursiones en las bienales de La Habana en la década de los noventa (...)